"Señora, cuando aquella noche abandoné la Isla que antes fue tu Inglaterra,
tu amor me acompañaba, aunque yo no lo supiese
ni tuviese conciencia de ello.
Y era tu amor, tu intercesión por mí ante Dios,
lo que disponía las aguas delante de mi barco,
y me abría la ruta hacia otro país.
Yo no estaba seguro de adónde iba,
ni podía ver qué haría cuando llegara a Nueva York.
Pero tú veías más lejos y más claro que yo.
Abrías los mares delante de mi barco,
que a través de las aguas me conducía
a un lugar con el que nunca había soñado
y que ya entonces me preparabas
para que fuera mi rescate, mi abrigo y mi hogar.
Y cuando yo creía que no había Dios, ni amor, ni misericordia,
tú no dejabas de guiarme al centro de Su amor y Su misericordia,
y me llevabas, sin ser yo consciente de ello,
a la casa que me ocultaría en el secreto de Su Faz".
Thomas Merton
La montaña de los siete círculos
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.