No son solamente los reveses sufridos en la vida los que alimentan la fuerza de la sombra. Existe también todo cuanto destruye nuestra confianza original. Todo cuanto hubiera debido suscitar nuestra resistencia, sin que se haya producido ninguna reacción; todo cuanto a limitado nuestras naturales reivindicaciones legítimas. Todo esto se transforma en una agresividad asfixiada que perturba el inconsciente. Mucho más de lo que sospecha y de lo que quiere darse cuenta, el hombre está cargado de una animosidad inconsciente que puede llegar hasta el odio contenido. Para Oriente, este odio, junto con la avidez y la ignorancia (ignorancia del Ser esencial) es uno de los tres pecados capitales del hombre prisionero de su yo.
Las reacciones reprimidas a las ofensas, a los ataques, a las decepciones y a las resistencias del mundo no son la única causa que engendra el poder de la sombra. Son también esos llamamientos hacia cosas bellas que nos hubieran aportado alegría y que no hemos aceptado. Porque no nos hemos atrevido a emprenderlas -también por cobardía, debilidad o por razones morales- una parte de vida no vivida engendra amargura.
Sea cual fuere la vida reprimida que envenena el inconsciente, representa siempre un obstáculo a la manifestación del ser esencial. Liberarse de ese obstáculo no significa solamente resolver las tensiones originadas por la fuerza de la sombra. Se necesita también conseguir su transmutación e integrar las energías que encierran.
Karlfried Graf Dürrckheim
Meditar, por qué y cómo
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