miércoles, 25 de septiembre de 2019

UN DIOS LEJANO

"Colocar a Dios fuera de nosotros es otra imagen muy habitual de muchos creyentes. Dios está allá, lejos y fuera, distante y externo a nosotros. Este extrinsecismo o externismo de la figura de Dios tiene graves consecuencias para la relación con Dios. Permanece alejado y fuera de nosotros. De vez en cuando entramos en contacto con él por medio de personas, lugares, cosas, ritos, oraciones, que tienen un carácter sagrado. Pero Dios mismo está y aparece lejos. La consecuencia es que se vive distanciado de Dios y de todo lo que tiene que ver con él o, todo lo más, con contactos puntuales con él. La espiritualidad cambia mucho si Dios se viviera como el que nos envuelve y penetra, como la intimidad más íntima a nosotros mismos. Y conceptos un poco más difíciles como el de revelación o comunicación de Dios, que manejamos mucho, aun sin saberlo, se entenderían de una manera muy distinta". 


"Esta imagen es muy negativa. Coloca a Dios fuera del mundo, externo a los seres humanos; alejado de ellos, además de observador, vigilante y policía del mundo. Con esta imagen de Dios persiste la amenaza y tenemos a un Dios alejado, por encima del mundo, fuera de nuestra realidad mundana, muy soberano, pero muy poco implicado en las cosas humanas, que mira desde lejos. Este Dios distanciado y que distancia, externo y que se acerca en algunos momentos especiales de la vida, impone un tipo de trato: el de un señor, muy aristocrático, que hay que saludar a distancia, con guantes blancos muy finos y delicados. No es un Dios de trato diario y normal, sino para ocasiones festivas".


"Consecuentemente, la relación con Dios será de quien va a hacer una visita importante. Voy a hablar con Dios. Y, frecuentemente, en el templo, en los sacramentos, en la «visita al Santísimo». En este momento recuerdo a Dios y me encuentro con él. En el resto de los momentos de mi existencia, Dios corre el peligro de permanecer fuera, exterior a mi vida. Incluso, cuando mirando desde el lado de Dios se dice que me visita, viene a mí, etc., parecería que lo hace desde lejos, desde fuera, y «entra» en mí. Una forma de hablar, sin duda, que refleja este «imaginario» del «viene», «llega», «se va», que sugiere que antes no estaba y ahora sí. En el fondo de este «imaginario» acerca de Dios se detecta una concepción objetivista de lo sagrado. Es decir, Dios aparece localizado, aunque sea vagamente, como «fuera» de mí, del mundo, de la vida. O bien, puntual y precisamente localizado en determinados lugares, generalmente «sagrados»: templos, sagrario, copón; en determinados momentos o tiempos: el domingo, las fiestas, la Semana Santa, Navidad, la misa. Debemos corregir esta imagen de Dios. Y ya que de «imaginario» se trata, tenemos que meterlo dentro de nuestra vida y en el centro de nuestra existencia".

José María Mardones
"Matar a nuestros dioses"
PPC

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