The Cuban interlude (Interludio cubano), que recoge el período entre el 18 de febrero y el 30 de mayo de 1940, es el más corto de los tres diarios (76 páginas), pero contiene algunas de las mejores descripciones de este volumen. El diario de la calle Perry (150 páginas) cubre el período que va del 2 de mayo de 1939 al 13 de febrero de 1940, y entre otras cosas recoge su aceptación, rescindida más tarde, en la orden franciscana. El diario final de este volumen, los años en San Buenaventura (1940-1941) es el más largo (240 páginas), y detalla la historia de su vida como profesor en ese College, alcanzando su punto culminante en su visita de Semana Santa a la abadía trapense de Gethsemaní, llevando al lector al umbral de su vida monástica.
Reunidos estos tres diarios conforman un libro extraordinario. Vemos en ellos al escritor novel tensar los músculos literarios para su propio deleite (estaba en la mitad de la veintena y no había publicado sino algunos artículos en periódicos escolares y algunas críticas de libros). No cabe duda de que a Thomas Merton le gustaba escribir y de que dudaba de día en día acerca de sobre qué podría hacerlo; escribe de modo uniforme, hay pasajes espléndidos de reflexión que tocan profundamente el alma humana, hay inteligencia y humor, con tendencia a usar superlativos. Evidencia también una memoria prodigiosa.
Una buena parte de las estrecheces de pensamiento de la Iglesia Católica en los primeros años de la década del 40 se evidencian dolorosamente en estas páginas de Merton: tópicos sobre judíos y protestantes, imágenes piadosas y descripciones del purgatorio. Pero sin dudas el acontecimiento culminante del libro es la visita de Merton al monasterio de la Trapa en la Semana Santa de 1941: quedó extasiado, y escribió: "Este es el centro de América. Me había preguntado qué era lo que mantenía unido a este país... Es este monasterio... la única ciudad auténtica de América en un desierto".
Estas entradas de su diario están llenas de amor por la vida monástica y de alegría por encontrarse en Gethsemaní, cita a San Bernardo, y habla de su amor a Santa Teresita. Aún temía Merton que su pasado pudiera impedirle acceder al sacerdocio, pero de regreso al colegio se armó de valor para preguntarle a uno de los frailes, quien le contestó rápidamente que tal impedimento no existía. Escribe entonces a Gethsemaní y espera la respuesta: así termina este volumen que recoge sus primeros diarios.
[Este libro está publicado en inglés, pero podemos acceder a parte de él en el resumen de sus diarios que sí está publicado en español, ya sea en la edición de ONIRO, en dos volúmenes, como en la de MENSAJERO].
Estas notas están tomadas del DICCIONARIO DE THOMAS MERTON (Mensajero).
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