En sus diarios de 1946 a 1952, publicados por Thomas Merton bajo el título de EL SIGNO DE JONÁS, se aprecia su cercanía a la espiritualidad carmelitana. Comparto algunos pasajes de ese libro:
"Leo y releo a san Juan de la Cruz y me parece comprenderle, aunque las más elementales nociones que enseña no han arraigado en mi vida. Pero no importa, porque poco a poco penetrarán en ella. Y ese hecho –me refiero a mi ceguera– forma parte de esa pobreza que quiero amar para gloria de Dios. No debo actuar como si de alguna manera pudiera poseer el secreto de algún conocimiento o de alguna técnica para llegar a la posesión de Dios" (6 de junio de 1948).
"La semana pasada leí pasajes sobre Elías en el tercer Libro de los Reyes, cómo ocultó la cabeza y se cubrió el semblante cuando oyó que Dios le hablaba en un susurro. Profunda tranquilidad. Pero no soy pobre. Cuando leo el principio de la Subida del Monte Carmelo, comprendo que mi vida espiritual ni siquiera ha empezado aún. Para venir a saberlo todo no quieras saber algo en nada... Para venir a serlo todo no quieras ser algo en nada... Para venir a lo que no gustas has de ir por donde no gustas... La vida comienza de nuevo a cada momento. Amén" (24 de junio de 1948).
"Me parece que el paisaje es importante para la contemplación; en cualquier caso, no siento escrúpulos de que me guste. ¿No se escondía san Juan de la Cruz en una estancia de la torre de una iglesia, en la que había una pequeña ventana por la que podía ver el campo?" (2 de julio de 1948).
"Leo en las Cautelas de san Juan de la Cruz sus observaciones sobre la obediencia, y no deseo otra cosa que seguirlas y dejar que Dios me guíe por mediación de aquel a quien Él elija" (22 de agosto de 1948).
"En una carta de san Juan de la Cruz a las carmelitas de Beas (carta V), se hallan estas hermosas palabras: «Pues yo iré allá y verán cómo no me olvidaba, y veremos las riquezas ganadas en el amor puro y sendas de la vida eterna y los pasos hermosos que dan en Cristo, cuyos deleites y corona son sus esposas: cosa digna de no andar por el suelo rodando, sino de ser tomada en las manos de los ángeles y serafines, y con reverencia y aprecio la pongan en la cabeza de su Señor». Nadie nos ha escrito nunca a los trapenses una carta como ésa" (31 de octubre de 1948).
"El doctor Law habló a un grupo de monjes, en su mayoría confesores, y a los maestros de novicios. Los únicos no sacerdotes allí presentes éramos el hermano Zeno y yo. Las charlas versaron sobre psiquiatría y concluyeron en una discusión general acerca de si un novicio de inteligencia media podía leer a san Juan de la Cruz con provecho o, al menos, sin daño. No supe qué responder. Precisamente ahora los novicios están entregados a sus cantos y ya han empezado a decorar el monasterio para las Navidades. De todos modos, ¿quién dice que quieran leer a san Juan de la Cruz?" (30 de noviembre de 1948).
Tomado de: Thomas Merton, El signo de Jonás, DDB 2007
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