viernes, 11 de agosto de 2023

EL CRISTIANISMO NO PUEDE RECHAZAR LA HISTORIA

 

"La vida contemplativa no es ni puede ser un mero apartamiento, una pura negación, el volver la espalda al mundo con sus sufrimientos, sus crisis, sus confusiones y sus errores. Ante todo, aun el intentarlo ya sería ilusorio. Nadie puede apartarse completamente de la compañía de sus semejantes: y la comunidad monástica, para bien o para mal, está profundamente implicada en las estructuras económicas, políticas y sociales del mundo contemporáneo. Olvidarlo o ignorarlo no absuelve al monje de su responsabilidad por la participación en los acontecimientos en que su mismo silencio y su mismo "no saber" pueden constituir una forma de complicidad. El mero hecho de "ignorar" lo que pasa puede convertirse en una decisión política". 

"La vida contemplativa del cristiano no es una vida de abstracción, de apartamiento, para concentrarse solamente en esencias ideales, en absolutos, en la eternidad nada más. El cristianismo no puede rechazar la historia. No puede ser una negación del tiempo". 

Thomas Merton

Semillas de destrucción

EL TRABAJO TAMBIÉN ES ORACIÓN

 "Si uno se lleva bien con su trabajo y lo hace con tranquilidad, está orando todo el tiempo. Es importante recuperar este equilibrio, y comprender que el trabajo realizado como es debido no impide orar. El trabajo hecho como es debido es oración. Como es debido: lo cual no quiere decir que tengas que regodearte con él, ni que debas empeñarte en hacerlo a la perfección; es hacerlo como instrumento de Dios. Hay en esta actitud un sustrato de profundo misticismo. No es una mística. Es misticismo, una forma de estar unido a Dios. Nuestra voluntad puede no estar en perfecta consonancia con la voluntad de Dios. Pero la idea hindú conlleva verdad: es Dios y solo Dios quien hace el trabajo a través de nosotros".

Thomas Merton

Los manantiales de la contemplación

lunes, 7 de agosto de 2023

HALLAR EN EL FIN NUESTRO COMIENZO...

"Hay una sola cosa importante sobre todas: el «retorno al Padre». 
El Hijo vino al mundo y murió por nosotros, resucitó y subió al Padre; nos envió Su Espíritu, para que en Él y con Él podamos volver al Padre. 

Para que podamos salir limpiamente de en medio de todo lo transitorio e inconcluso: volver a lo Inmenso, a lo Primordial, a la Fuente, al Desconocido, a Aquel que ama y sabe, al Silencioso, al Misericordioso, al Sagrado, a Aquel que lo es todo. 

Buscar algo, preocuparse de algo que no sea esto, es solo locura y enfermedad, pues ese es el entero significado y el núcleo de toda existencia, y en eso toman su justa significación todos los asuntos de la vida, todas las necesidades del mundo y de los hombres: todos apuntan a ese único gran regreso a la Fuente. 

Todas las metas que no sean definitivas, todos los «términos de la línea» que podemos ver y planear como «términos», son sencillamente absurdos, porque ni siquiera empiezan. El «regreso» es el fin más allá de todos los fines, y el comienzo de los comienzos. 

El «regreso al Padre» no es «retroceder» en el tiempo, enrollar el rollo de la historia, ni volver del revés nada. Es ir adelante, ir más allá, pues volver sobre los propios pasos sería una vanidad encima de la vanidad, una repetición del mismo absurdo al revés. 

Nuestro destino es ir más allá de todo, dejarlo todo, apremiar adelante, hacia el Fin, y hallar en el Fin nuestro Comienzo, el Comienzo siempre nuevo que no tiene fin

Obedecerle por el camino, para alcanzar a Aquel en quien he comenzado, y que es la clave y el fin, porque es el Comienzo".

Thomas Merton
Conjeturas...