"La Biblia, aunque Palabra de Dios, es hija de su tiempo. Refleja, por tanto, las concepciones propias de la época en que se escribe. Por desgracia, con frecuencia se hace una lectura literal, que no tiene en cuenta los condicionantes propios del texto, o moralizadora, convirtiendo la Escritura, antes que nada, en código de comportamiento. Cuando avanzamos en una lectura simbólica, la descubrimos como un caudal de sabiduría. En una tradición más bien dogmática, los creyentes suelen desconfiar del simbolismo, pensando que de ese modo se quiere escamotear la realidad, en el sentido de que «simbólico» sería lo contrario a «real». Sin embargo no es así. Si vamos a la etimología, descubrimos que es precisamente lo simbólico lo que nos remite a la verdad completa que, de otro modo, se nos escapa. Por eso precisamente el mensaje religioso no puede prescindir nunca del símbolo, porque en otro lenguaje no podría expresar todo su contenido."
(Enrique Martínez Lozano, Nuestra cara oculta)
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