domingo, 5 de noviembre de 2023

EL SÍMBOLO RELIGIOSO: LUGAR DE PRESENCIA Y ENCUENTRO CON EL MISTERIO

"Todo encuentro entre el hombre y la divinidad acaece por medio de símbolos
. El símbolo no es otra cosa que una realidad sensible a través de la cual acaece la hierofanía, es decir, la manifestación y la revelación de lo Sagrado, su comunicación y su presencia viva, así como el encuentro y la comunión del hombre con la divinidad. El símbolo, pues, es mediación de una presencia recíproca, de un encuentro interpersonal entre Dios y el hombre. 

Por su carácter de mediación, el símbolo entraña de por sí una estructura dialéctica: es revelación en velación, presencia que acaece en el marco de la ausencia, manifestación del Misterio a la vez que ocultamiento. Es en el terreno del símbolo religioso primordial donde hunde sus raíces últimas el sacramento cristiano. Son innumerables las cosas que pueden convertirse en lugar de manifestación y de presencia del Misterio: el árbol o la montaña, los fenómenos de la naturaleza o los cuerpos astrales e incluso determinadas funciones biológicas o ciertos órganos del cuerpo humano. Según Mircea Eliade, resulta imposible catalogar el vasto mundo de los símbolos, porque su amplitud es tal que coincide de hecho con la infinita gama de los seres de la creación'. 

El símbolo religioso general entraña no sólo una comunión entre la divinidad y el hombre, sino además cierta comunión interhumana, y por ello implica una dimensión social. El mismo verbo griego syn-ballein, que está a la raíz del sustantivo symbolon encierra la idea de reunir o conjugar (en el sentido del coniungere latino), de confluir aproximando o «arrojando» a un ser hacia otro. El símbolo implica de por sí una dimensión dialogal, de relación e intercomunión personal, por lo que se convierte en vínculo de comunión y en generador de comunidad. Por eso, la religión es de ordinario un fenómeno social, comunitario, tendente a aglutinar a los hombres en grupos que de por sí no tendrían por qué ser cerrados frente a otros grupos. Dado que el hombre es ser simbólico por su propia naturaleza, los símbolos primordiales (que son aquellos que pertenecen no tanto al ámbito de las cosas cuanto a la dimensión corporal del propio ser humano, como el gesto o el lenguaje) son en su esencia comunes a todas las razas y culturas, por lo que el símbolo tiende en principio hacia el universalismo, a la comunión universal

Por otra parte, el mundo de los símbolos adquiere también vigencia y significación concretas en el contexto previo de una comunidad humana y de una tradición anterior que dan primacía a determinados símbolos frente a otros, otorgándoles su sentido y valor específicos. Así es la comunidad la que acepta o rechaza un conjunto determinado de símbolos como más eficaz expresión del Misterio (de manera semejante a la selección que acaece en el lenguaje). El símbolo, pues, a la vez que generador de comunidad o comunión, es asimismo —en su determinación concreta— generado por la comunidad humana. No obstante, a pesar de ese trasfondo comunitario, siempre inherente al símbolo religioso, se puede afirmar que en el ámbito general de las religiones predomina el símbolo-cosa: la hierofanía o la presencia del Misterio acaece a través de la mediación de las cosas de la naturaleza".

La comunidad es el símbolo religioso primordial en el Antiguo Testamento; el símbolo fundamental en el cristianismo es la Iglesia como sacramento

Manuel Gesteira Garza
La Eucaristía, misterio de comunión
Sígueme, 1999

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