miércoles, 31 de enero de 2024

YA HEMOS LLEGADO Y HABITAMOS EN LA LUZ...


"En cierto sentido, estamos siempre viajando, y viajando como si no supiéramos adonde vamos. En otro sentido, ya hemos llegado. No podemos llegar a la perfecta posesión de Dios en esta vida, y por eso estamos siempre viajando y en tinieblas. Pero ya lo poseemos por la gracia, y por eso, en este sentido, ya hemos llegado y habitamos en la luz. ¡Pero cuan lejos tengo que ir para encontrarte a Ti, en quien ya he llegado!".

Thomas Merton


ANIVERSARIO

"Vine al mundo el último día de enero de 1915, bajo el signo de Acuario, año de una tremenda guerra, y a la sombra de unas montañas francesas fronterizas con España. Aunque libre por naturaleza y a imagen de Dios, con todo, y a imagen del mundo al cual había venido, también fui prisionero de mi propia violencia y egoísmo... Heredé de mi padre su forma de ver las cosas y parte de su integridad. De mi madre, algo de su insatisfacción ante la complejidad en que el mundo vive, y un poquitín de sus muchas cualidades. De ambos heredé capacidad para el trabajo, saber ver las cosas, gozar de ellas y saberme expresar; esto debería haber hecho de mí una especie de rey, si los ideales por los que el mundo vive fueran los verdaderos. Nunca tuvimos mucho dinero; pero cualquier tonto sabe que no se necesita dinero para disfrutar de la vida".

Thomas Merton
La montaña de los siete círculos

jueves, 18 de enero de 2024

EN LA LÍNEA DE CHOQUE

"Cuando Thomas Merton se hizo monje, en un momento crítico de su vida y de su entorno social, buscaba ser un «contemplativo», es decir, una persona que se entrega en cuerpo y alma a la meditación y al estudio, a la oración y a una vida humilde y retirada, para consagrarse a Dios y conocer también la verdad de sí mismo, de Dios, del mundo y de las cosas.

 «A buen seguro que muchos de sus compatriotas considerarían el acercarse a esta puerta de entrada como algo escandaloso. Un cobarde, claramente. Un hombre indiferente ante los ejércitos nazis y las casas bombardeadas. Pero un rostro fuera de la fila puede ser mal interpretado, y un monasterio raramente es una escotilla de escape. El joven Merton no era un despreocupado ni un escapista. Estaba muy habituado a las calles de Londres, agujereadas en aquel momento por los cráteres de las bombas. Durante años, la preocupación de la guerra en Europa y sus horrores había limado su espíritu como el ácido corroe la piedra caliza. La paz que él buscaba en el monasterio no era seguridad por separación. Había ido a la Abadía de Gethsemani, en parte porque estaba convencido de que los lugares donde la oración es el asunto principal de la vida no están en el límite de la historia, sino en el centro, y en parte porque creía que podría hacer más por la paz desde allí que en cualquier campo de batalla. Estaba ante las puertas del monasterio por la misma razón por la que otros se enrolaban como soldados: para poner su vida en la línea de choque» (Jim Forest, Thomas Merton. Vivir con sabiduría PPC, 1997).

Tomado de Thomas Merton, Escritos esenciales (Sal Terrae 2006)

sábado, 13 de enero de 2024

RUTINA Y CREATIVIDAD

"Gracias a mis sentadas de meditación he descubierto que todo sin excepción puede ser una aventura. Escribir una novela, cultivar una amistad, hacer un viaje… es una aventura. Pero es que también dar un paseo puede ser una aventura, y leer un cuento o prepararte la cena. En realidad, cualquier jornada, aun la más gris, es para quien sepa vivirla una aventura inconmensurable. Hacer la cama, lavar los platos, ir a la compra, sacar al perro…: todo esto —y tantos otros quehaceres comunes— son aventuras cotidianas, pero no por ello menos excitantes y hasta peligrosas. La meditación que practico apunta al carácter aventurero —que es tanto como decir insólito o milagroso— de lo ordinario.

Lo que realmente mata al hombre es la rutina; lo que le salva es la creatividad, es decir, la capacidad para vislumbrar y rescatar la novedad. Si se mira bien —y eso es en lo que educa la meditación— todo es siempre nuevo y diferente. Absolutamente nada es ahora como hace un instante. Participar de ese cambio continuo que llamamos «vida», ser uno con él, esa es la única promesa sensata de felicidad. Por esta razón, para meditar no importa sentirse bien o mal, contento o triste, esperanzado o desilusionado. Cualquier estado de ánimo que se tenga es el mejor estado de ánimo posible en ese momento para hacer meditación, y ello precisamente porque es el que se tiene. Gracias a la meditación se aprende a no querer ir a ningún lugar distinto a aquel en que se está; se quiere estar en el que se está, pero plenamente. Para explorarlo. Para ver lo que da de sí.

Para percatarse de que cualquier estado de ánimo, aun aquellos que nos parecen más auténticos e incuestionables, es fugaz basta verificar cómo nace y muere todo en nuestro interior con una pasmosa facilidad. Hacer meditación consiste precisamente en asistir cual espectador al nacimiento y muerte de todo esto, en el escenario de nuestra conciencia. ¿Adónde va lo que muere?, me he preguntado una y mil veces. ¿De dónde viene lo que nace en la mente? ¿Qué hay entre la muerte de algo y el nacimiento de otra cosa? Este es el espacio en el que siento que debo morar; este es el espacio del que brota la sabiduría perenne. Por las veces en que he atisbado algo de este espacio y en el que he habitado en él, aunque solo sea durante algunos segundos, puedo asegurar que la verdadera dicha es algo muy simple y que está al alcance de todos, de cualquiera. Solo hay que pararse, callar, escuchar y mirar; aunque pararse, callar, escuchar y mirar —y eso es meditar— se nos haga hoy tan difícil y hayamos tenido que inventar un método para algo tan elemental. Meditar no es difícil; lo difícil es querer meditar".

Pablo de Ors
Biografía del silencio

lunes, 8 de enero de 2024

SI DIOS QUIERE, LA CONTRADICCIÓN DESAPARECE...

"La diferencia entre la vida moral y la vida mística se descubre en presencia de la contradicción. Cuando nos movemos como hombres, moralmente, humano modo, terminamos aferrándonos a un extremo del dilema, mientras esperamos confiando en lo mejor. Pero cuando nos movemos influidos por Dios, místicamente, parece que resolvemos el dilema de una manera fácil y misteriosa, pues abarcamos a un mismo tiempo ambos extremos de aquél y al propio tiempo ninguno de ellos, sintiéndonos siempre en perfecto equilibrio. En el coro, por ejemplo, las órdenes consisten en mantener siempre un tono alto y hacer una pausa de dos tiempos en medio del versículo del salmo; pero el coro baja el tono y reduce la pausa a un solo tiempo. Actividad moral: o bien (a) seguir al chantre con intención pura o (b) callarse y concentrarse en la oración, también con intención pura. Actividad mística: de repente ya no importa el dilema. Se sigue al chantre y, a la vez, se ora y se encuentra a Dios y, súbitamente, si Dios quiere, la contradicción desaparece, al mismo tiempo que se empiezan a hacer algunos intentos de observar las normas que los legisladores han quebrantado".

Thomas Merton
El signo de Jonas