"El ayuno es un ejercicio de adiestramiento en la libertad interior. Hay muchas personas que tienen problemas con la comida y la bebida. Son adictos al alcohol o al café. No disponen de tiempo para alimentarse de manera saludable. Por eso tienen problemas de salud, o encubren su enfado y su mal humor con la comida. El ayuno conduce a la libertad interior. Me pone en contacto con mi dignidad. Vivo por mí mismo, en lugar de ser vivido o ser presionado por las circunstancias externas.
La Iglesia no inventó el ayuno: simplemente, adoptó y desarrolló prácticas ya existentes en el judaísmo o en la cultura greco-romana. En los primeros tiempos, con el ayuno se pretendía ante todo proteger al creyente de los demonios. En la antiguedad, una de las razones de su práctica era el presunto poder demoníaco de determinados alimentos. Los pitagóricos creían que con la carne del animal sacrificado el ser humano asimilaba también su alma demoníaca, o que los demonios podían actuar a través de ciertas plantas. Por eso prohibían, por ejemplo, el consumo de habas, pues según ellos, provocaba la inquietud durante el sueño. Pero también sabían que el ayuno es sano y depura el cuerpo y el alma. Con el ayuno se esperaba obtener la curación de muchas dolencias, entre ellas el reuma, las inflamaciones y los catarros. El ayuno también se empleaba profusamente en la medicina popular. Las escuelas filosóficas griegas, por ejemplo, los estoicos, creían obtener del ayuno no sólo protección contra enfermedades y demonios, sino también la purificación del espíritu, la libertad interior, la satisfacción y la felicidad. El ayuno constituye también una ayuda en la vida espiritual".
Anselm Grün
"Un largo y gozoso camino. Las claves de mi vida".
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