Fue en la autobiografía de Thomas Merton, “La Montaña de los Siete Círculos”, donde encontré el relato de su visita a Cuba. He vuelto muchas veces a esas páginas, he intentado descubrir en el relato unas claves para ayudarme a mi propia experiencia de cristiano, de consagrado que vive en esta tierra, por la que hace más de 50 años Merton caminó. He pensado en la posibilidad de hacer el mismo recorrido, tomando fotos de esos lugares posibles que Merton pudo ver y aquellos de los que habla en su novela, para hacer un álbum que muestre el camino cubano de Thomas Merton Todo eso sigue estando en proyecto, pero ahora quiero dar un primer paso y presentar lo primordial que descubro en estas páginas. Luego, también, en las lecturas que hago de los escritos de Merton voy encontrando nuevas y numerosas referencias a Cuba; las que aparecen aquí son sólo una muestra de ellas, teniendo en cuenta las limitaciones a la hora de conseguir todas las referencias necesarias para un trabajo de esta índole, la barrera del idioma y la enorme cantidad de folios salidos de la inspiración y el trabajo de Merton.
Preparando el Viaje:
Utilizo la edición del Círculo de lectores de Barcelona, Editorial Sudamericana, S.A, 1961. “La Montaña de los Siete Círculos”. En la tercera parte, el capítulo primero se titula “El Norte Magnético”, y se divide a su vez en cuatro partes. Merton nos habla aquí de su vocación al sacerdocio, de la búsqueda de un lugar para vivir esa vocación. Es un tiempo de discernimiento espiritual, de inquietudes y dudas, de gozos y temores. Es en ese contexto cuando aparece la posibilidad de viajar a Cuba. Dice: “…puesto que iba a ingresar en el monasterio en verano, me afirmé a la idea de que tenía que tomarme unas vacaciones últimas, y ya hojeaba libros sobre México y Cuba, procurando decidir donde gastaría el dinero que ya no iba a necesitar para subsistir en el mundo”. Luego, más adelante, vuelve a escribir: “Mientras estaba aún dudando de si podría ir a México o sólo a Cuba, se presentó la Cuaresma a la vista, y lo dejé para después de Cuaresma”. En esos días se le presenta una crisis aguda de apendicitis y es operado. Finalmente dirá: “A mediados de la semana de Pascua Florida fui a ver a mi doctor; me quitó los vendajes y dijo que ya me encontraba bien para ir a Cuba”. Y así Thomas Merton emprende su viaje, desde Estados Unidos a Cuba, como una manera de disponerse mejor para la nueva vida que quiere vivir.
Una experiencia espiritual:
El viaje de Merton a Cuba iba a ser mucho más importante de lo que él mismo suponía en un principio; así lo reconoce él y lo reconocerán sus biógrafos más tarde. El contacto con el paisaje y la gente de esta tierra le ayudarán a vivir una tremenda experiencia espiritual. Merton tenía sus planes para este viaje y Dios tenía los suyos, y así actuó la Providencia cuando aquel hombre que estaba en camino de encontrar su vocación decidió embarcar para pasar unos días en esta tierra. En su corazón traía el deseo de peregrinar hasta el santuario de la Virgen María, Patrona de Cuba, conocida como Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, cerca de la Ciudad de Santiago de Cuba; a ella quería pedirle la gracia de ser sacerdote. Pero este deseo se vio desbordado por el amor de una isla en la que sintió a Dios cercano, providente, y deseoso de dársele, de colmarlo de bienes espirituales. Una afirmación suya confirma y resume todo lo anterior: “Yo vivía como un príncipe en esta isla, como un millonario espiritual”.
Me entusiasma saber que esta tierra fue parte del itinerario espiritual de una persona a la que admiro tanto.
Las Ciudades que visitó:
La Habana, Matanzas, Camaguey y Santiago de Cuba. El poblado de El Cobre, donde está enclavado el santuario de la Virgen. Como viajó en “un bárbaro ómnibus, a través de la campiña cubana gris aceitunada, llena de campos de caña de azúcar”, vería otras muchas ciudades y poblados mientras atravesaba la isla. ¿Cuántas iglesias visitó durante aquellos días? Nos habla de algunas: “…las iglesias de las ordenes religiosas…carmelitas, franciscanos, los agustinos americanos del Santo Cristo o los Padres de la Merced…”. Seguramente visitó nuestro convento e iglesia de Infanta y Neptuno; eso sí, recuerda la imagen de la Virgen del Carmen que está en lo alto de una de las torres de la iglesia. (Diarios I, pag.164)... También menciona la iglesia dedicada a la Soledad, en Camaguey; la Catedral de Santiago de Cuba y, por supuesto, el santuario de la Virgen del Cobre. A su regreso a la Habana tuvo una verdadera experiencia de Dios en la Iglesia de San Francisco; de ello escribiré más adelante. (Podría añadir algunas referencias particulares de estos lugares).
¿Cómo vio Merton a Cuba en aquel año de 1940?:
Algunos comentarios suyos nos harán pensar:
“…calles peligrosas y lupanares de la habana…”; “No es verdad que los cubanos descuiden su religión”; Habla de muchas iglesias de la capital celebrando la misa cada mañana, y luego: “No faltaban mendigos para ofrecerme la oportunidad de dar limosnas”. Muchos sacerdotes españoles, y en la calle,”cubanos tocando campanillas y voceando números de la lotería. Se refiere al pueblo cubano como "un pueblo que se supone excitable” y que tiene “una exagerada dosis de paciencia con todas las cosas”. También descubre en ese entonces “el ruido persistente y estridente”. Podía, sin embargo, detenerse en pequeños bares en sus paseos para “beber enormes vasos de jugos de fruta, helados”.
En Matanzas: “Me mezclé con el paseo donde toda la población daba vueltas y más vueltas alrededor de la plaza en el fresco de la noche, los hombres en una dirección y las muchachas en otra”.
Llegando a Santiago, un ingeniero de Minas que viajaba a su lado, le contó sobre “el soborno que había enriquecido a los políticos de Cuba y de Oriente”. Ya en aquel entonces las guaguas cubanas tenían su fama, y Merton lo comenta con su habitual sentido del humor: “montado en un bárbaro ómnibus”, y en otra parte: “El ómnibus que me llevó al Cobre la semana siguiente era el más peligroso de todos los furiosos ómnibus que son el terror de Cuba. Creo que hizo la mayor parte del viaje a ochenta millas por hora sobre dos ruedas; varias veces pensé que iba a hacer explosión. Recé rosarios todo el camino hacia la capilla, en tanto pasaban los árboles como una gran mancha verde amarilla. Si Nuestra Señora hubiera intentado aparecérseme, probablemente ni siquiera habría alcanzado un reflejo de ella”.
Este trabajo es fruto de años de lectura meditada de la obra de Merton, y se ha ido enriqueciendo progresivamente. No es un trabajo terminado. Recien llegó a mis manos otro texto con nuevos datos sobre el tema y también algunos criterios de Henri Nouwen sobre lo escrito por Merton acerca de Cuba en su autobiografía.
ResponderEliminar