martes, 20 de febrero de 2007

La obra de Dios.

“Una obra de Dios puede a menudo exigir, y normalmente lo hace, un total desarraigo que es extremadamente doloroso y desconcertante, y que requiere gran fidelidad de quien ha sido llamado a hacerla. La dificultad reside en la oscuridad y en la posibilidad de la duda, en el riesgo místico que supone”. (Thomas Merton; Correspondencia con Ernesto Cardenal, 58).

“Sé paciente y sigue el camino de la sencillez con el que Dios te ha bendecido. Pero a veces no se puede evitar que las cosas estén llenas de angustia para todos los que buscamos amar a Cristo. La vida nunca es tan sencilla como debiera ser: hay tantos conflictos, no sólo entre la gente buena y la mala, sino entre los buenos y los buenos. Esto es peor y produce una confusión interminable. Tenemos que buscar la paz en la sencillez escondida que está más allá de los conflictos: aquí buscamos la presencia desnuda de Dios en la aparente nada. Si tan sólo lo encontráramos a Él, el vacío se volvería plenitud perfecta y las contradicciones se esfumarían. Pero para poder hacer esto tenemos que ser fieles a una voluntad que es inescrutable, que no se revela en decisiones simples y claras como nos gustaría que fuera. En vez de tratar de encontrar todas las sutilezas de significados y moralidad de cada caso, debemos agarrarnos desesperadamente a la primera indicación disponible y confiar en Dios para todo lo demás”. (Thomas Merton, Correspondencia con Ernesto Cardenal, 71)

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