
"El continuo retorno de las estaciones, con sus fiestas y conmemoraciones, nos coloca al final de un año y en el umbral del naciente 2008. Es el tiempo y la vida que pasa. Es nuestra vida, la de cada uno de nosotros, la que pasa. Y hay solamente dos opciones: o la dejamos escapar o la vivimos intensamente, con un sentido y una misión. Hay muchos en nuestro pueblo que sienten, y algunos hasta lo dicen, que están perdiendo la vida. ¡La única que tenemos! Al llegar las fiestas de Navidad y Año Nuevo todos debemos preguntarnos por qué algunos compatriotas nuestros tienen la decepcionante sensación de que están perdiendo la vida.
En efecto, la Navidad es la fiesta de la Vida que nace, es la Fiesta del Nacimiento de Jesucristo, Aquel que vino para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Por tanto, es tiempo oportuno para detenernos y reflexionar sobre nuestra propia vida: ¿Qué sentido tiene vivir? ¿Qué estamos haciendo con nuestra vida? ¿Qué entorpece nuestra propia realización personal? Cada persona que viene a este mundo tiene el sagrado derecho a vivir y a vivir plenamente. Este es un derecho inherente al ser humano, es un derecho que viene de Dios. Ningún hombre, ningún Estado, ninguna religión, puede, ni dar, ni quitar la vida, porque ella sólo pertenece a Dios de quien procede.Pero, además del derecho a la vida, cada persona que viene a este mundo tiene el derecho a ser el dueño, el sujeto y el protagonista de su propia vida. Nadie puede arrebatarnos las riendas de nuestra existencia. Nadie puede administrarnos la vida. Nadie puede manipular nuestra existencia con los hilos sutiles o visibles de lo que te darán, lo que perderás, lo que te perjudicará, lo que te otorgarán por tus servicios. La vida no puede ser sólo una cuenta de costo-beneficio material. Eso es una nueva y más peligrosa forma de chantaje y esclavitud. Cada persona es dueña de su vida, de toda su vida, de su presente y de su destino, de su pasado y de su futuro. Nadie puede, ni debe, irrumpir en el santuario sagrado de la vida del otro, sin su permiso y sin su vigilancia y estricto control. Nadie tampoco puede convertirse en vigilante de la vida ajena sin faltar gravemente al respeto de su dignidad.
Cuando en una nación se crea un estado de miedo, de desconfianza con delatores y delatados, y se le propone a una cantidad increíble de gente sencilla y honesta que sean confidentes, algo muy malo está pasando en esa sociedad. Porque el bien hay que buscarlo a la luz del sol, no en la penumbra del secretismo y la delación. Si algo en aras del bien público no se puede saber, es porque los medios, o el fin que se busca, no pueden hacerse a la luz del día, y eso no es bueno, ni es lo mejor para servir al bien público. La estabilidad de una nación y la gobernabilidad de un Estado se pueden medir por el grado de transparencia de sus gestiones y por el grado de confianza mutua en que viven sus ciudadanos. Lo contrario es la paranoia y la doblez. Señales de que la gente no puede pensar con cabeza propia, y si lo logra no puede decir libremente lo que piensa; y si logra decir libremente lo que piensa, no puede actuar en coherencia con lo que piensa y lo que dice; y si lo alcanza a hacer, sufre penosas consecuencias. Si esto es lo que sucede en Cuba, algo muy grave ocurre aquí.
No debemos resbalar por la pendiente de la doblez y el miedo a la persecución, acostumbrándonos a una vida sin riendas y sin sentido. Esto no lo puede resistir con salud mental ningún ciudadano y esto no lo puede resistir, con bienestar para sus ciudadanos, ningún pueblo.Dispongámonos pues a tomar en nuestras manos las riendas de nuestra propia vida. Que al celebrar esta Navidad y Año Nuevo nuestras felicitaciones estén repletas de sentido, de profundidad, de coherencia entre lo que se piensa, se dice y se actúa".
(Editorial de la revista "Vitral" en el año 2003)