viernes, 8 de febrero de 2008

Los hombres no son islas.2


"Sólo cuando nos vemos en nuestro contenido humano verdadero, como miembros de una raza que está planeada para ser un organismo y un "cuerpo", empezamos a comprender la importancia positiva, tanto de los éxitos como de los fracasos y de los accidentes de nuestra vida. Mis éxitos no son míos: El camino para ellos fue preparado por otros. El fruto de mis trabajos no es mío: Porque yo estoy preparando el camino para las realizaciones de otros. Ni mis fracasos son míos: Pueden dimanar del fracaso de otros, mas también están compensados por las realizaciones de otros. Por consiguiente, el significado de mi vida no debe buscarse solamente en la suma total de mis realizaciones. Únicamente puede verse en la integración total de mis éxitos y mis fracasos, junto con los éxitos y fracasos de mi generación, mi sociedad y mi época. Pueden verse, sobre todo, en mi integración dentro del misterio de Cristo. Eso fue lo que el poeta John Donne comprendió durante una grave enfermedad, al oír que las campanas doblaban por otro. "La Iglesia es Católica, universal -dijo-; luego todos sus actos, todo lo que ella hace, pertenece a todos... ¿Quién no inclina el oído a la campana que en alguna ocasión tañe? Y, ¿quién puede suprimir de ese tañido la verdad de que un pedazo de uno mismo está saliendo de este mundo?" Todo hombre es un pedazo de mí mismo, porque yo soy parte y miembro de la humanidad. Todo cristiano es parte de mi cuerpo, porque somos miembros de Cristo. Lo que hago, para ellos y con ellos y por ellos lo hago también. Lo que hacen, en mí y por mí y para mí lo hacen. Con todo, cada uno de nosotros permanece responsable de su participación en la vida de todo el cuerpo. La caridad no puede ser lo que se pretende que sea, si yo no comprendo que mi vida representa mi participación en la vida de un organismo totalmente sobrenatural al que pertenezco. Únicamente cuando esta verdad ocupa el primer sitio, encajan las otras doctrinas en su contexto adecuado. La soledad, la humildad, la negación a uno mismo, la acción y la contemplación, los sacramentos, la vida monástica, la familia, la guerra y la paz: Nada de esto tiene sentido sino en relación con la realidad central que es el amor de Dios viviendo y actuando en aquellos a quienes Él ha incorporado en Su Cristo. Nada, absolutamente nada tiene sentido, si no admitimos, con John Donne, que "los hombres no son islas, independientes entre sí; todo hombre es un pedazo del continente, una parte del todo".

1 comentario:

  1. ..."...mi vida representa la participación en la vida de un organismo totalmente sobrenatural al que pertenezco"...
    qué alegría poder llevar a la oración esta reflexión y pedir que se haga luz en todo el mundo que somos todos parte de un Todo.
    Inés

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