“Aunque esta visión interior es un don y no un producto directo de la técnica, es necesaria cierta disciplina que nos prepare a tenerla. La meditación es una de las formas más importantes y características de esta disciplina. La oración es otra. En el contexto de esta conciencia interior de la presencia directa de Dios, la oración se convierte no tanto en una cuestión de causa y efecto, sino más bien en una celebración del amor. A la luz de esta celebración, lo que resulta más importante es el amor propiamente dicho, el agradecimiento, la aceptación de la incondicionada y abundante bondad del amor que proviene de Dios y que Le revela en Su mundo.
Esta conciencia interior, esta experiencia del amor en tanto que presencia inmediata y dinámica, tiende a alterar nuestra perspectiva. Tenemos una visión algo diferente de la oración petitoria.
La vida contemplativa no ignora la plegaria petitoria, pero tampoco le da excesiva importancia. El contemplativo reza con intensiones determinadas cuando se siente fuerte y espontáneamente inspirado a hacerlo, pero su propósito formal no es estar pidiendo esto o aquello durante todo el día.
La celebración y la alabanza, la atención amorosa a la presencia de Dios, adquiere mayor importancia que pedir y recibir cosas. Esto se debe a que nos damos cuenta de que en Él y con Él todo el bien se halla presente para nosotros y para la humanidad: si ante todo buscamos el Reino de los Cielos, todo lo demás nos será dado por añadidura”.
Tomado de “Acción y contemplación”, Pág. 87-95.
THOMAS MERTON
"La celebración y la alabanza, la atención amorosa a la presencia de Dios, adquiere mayor importancia que pedir y recibir cosas. Esto se debe a que nos damos cuenta de que en Él y con Él todo el bien se halla presente para nosotros y para la humanidad: si ante todo buscamos el Reino de los Cielos, todo lo demás nos será dado por añadidura”.
ResponderEliminarLa adoración eucarística, a la que cada día podemos dedicar un tiempo, es esa "atención amorosa a la presencia de Dios" que la Iglesia nos regala para alimentar nuestra fe y poder contemplar a Dios en todas las cosas, y también presentar las necesidades del mundo.
Me gusta sentir la oración, y hacerla, dejando hablar libremente y sin guiones, muchas veces sin palabras, al corazón agradecido, celebrando con gratitud, de mil y una maneras, en mil y un sitios diferentes, lo que miran mis ojos: nuestra historia humana llena de vida.
ResponderEliminarTambién es cierto que, a menudo, pasamos por el mundo viendo, pero no mirando. A los que creemos y seguimos (o al menos lo intentamos y deseamos) a Jesús, el Cristo, se nos presenta el fabuloso reto de ver en lo profundo, de contemplar el vestigio de Dios en todos los espacios del cosmos. Empezar a mirar con ojos profundos es el comienzo de hablar con Dios, de celebrar y agradecerle formar parte de un mar de vida, que a veces es tormentoso, y otras pacífico, pero siempre increíblemente bello.
A la plegaria petitoria, como la denomina Merton, le doy en mi vida un espacio bastante secundario y reducido. Creo que no podemos pedir más de lo que somos: el regalo de Dios de ser humanos en libertad y con libertad, partícipes ya por la fe de la resurrección en Cristo.