sábado, 17 de marzo de 2012

CONJETURAS...

Introducción de F. R. de Pascual, a la última edición de “Conjeturas de un espectador culpable”.

Conjeturas son ideas que se deducen de alguna señal o noticia. Lo cual quiere decir que el espectador debe gozar de una atención despierta y una intuición viva, características muy propias del contemplativo o persona reflexiva.
Espectador es quien mira un acontecimiento o acción interesándose por lo que ocurre; si la acción no deja indiferente al espectador, este, según su sensibilidad, se vincula a lo que contempla experimentando algún sentimiento: placer, repulsa, indiferencia, culpabilidad incluso. En este último caso, el espectador se ve involucrado en la acción y siente en su interior un trastorno cuya intensidad es variable y que, generalmente, puede localizarse en una escala que va desde la vergüenza hasta cualquier tipo de acción que trata de paliar la desazón sentida.
Esa escala de sensaciones, valoraciones y sentimientos puede quedar reflejada en aquello que el espectador siente necesidad de escribir y manifestar a otros. Diríamos que este es el argumento central o hilo conductor de lo que en este libro trata de reflejar Thomas Merton: las ideas que deduce de lo que en un tiempo de su vida lee y ve, oye y siente, alimenta su esperanza y produce también su frustrada impotencia ante el devenir de los acontecimientos que le rodean.
Dado que el espacio de tiempo que recoge este libro es prácticamente la década de 1960, podemos preguntarnos sobre la actualidad de las reflexiones que Merton nos ofrece.
El hecho de que este libro sea publicado de nuevo hoy es ya de por sí una respuesta, y no solo por parte del interés de los editores, sino por el juicio positivo que seguramente emitirá el lector tras haberlo leído.
Los temas que se tratan en las páginas que siguen se toman de los diarios que Merton escribió desde 1956 hasta 1965. Son muy pocas las entradas que tienen fecha; con todo, en algunos casos se puede deducir la datación por el contenido del texto. Tampoco corresponden los temas con las entradas de los diarios, aunque algunas veces contienen reflexiones sobre temas abordados en ellos; por ejemplo, la narración sobre la experiencia «en la esquina de la calle Cuarta [Fourth] con Walnut», en la que sí viene reflejada y aumentada la entrada del diario. Los artículos son demasiado largos para llamarlos pensamientos y demasiado cortos e inacabados para considerarlos ensayos. Pueden compararse con las parábolas de Jesús, no solo por su forma (generalmente no son historias), sino por su verdad básica, porque intentan involucrar al lector en los temas afrontados. Ante todo trata sobre la vida, la apertura y el crecimiento.
El libro está dividido en cinco partes: 1. El sueño de Barth. 2. Verdad y violencia en una época interesante. 3. El espíritu de la noche y el aire de la aurora. 4. La encrucijada. 5. El loco corre al Este. El contenido de cada una de las cinco partes es muy diverso y cubre tal variedad de temáticas que los títulos clarifican poco las cuestiones tratadas en cada una de las cinco secciones. Cualquier intento de resumen sería una ardua e infructuosa tarea, pues Merton no ofrece aquí nada sistemático y organizado, sino que solamente pretende compartir con el lector sus reflexiones.
Quizá la primera sorpresa del lector sea el hecho de que un monje quiera redimir su propia culpabilidad (la de haber ocupado un largo periodo de tiempo dedicado a escribir sobre sí mismo y cuestiones «espirituales»). No tendría por qué «redimir» nada, ni sentirse «culpable» ante acontecimientos que no dependen de él. Al fin y al cabo, cada uno solo puede «manejar» un pequeño espacio de tiempo y la vida que le imponen las propias circunstancias, máxime si esa vida ha sido elegida libremente.
La segunda sorpresa puede ser la variedad de temas tocados por Merton, fruto, como decíamos al principio, de sus amplias lecturas y de su fina sensibilidad para captar los acontecimientos de su tiempo (con muchos menos medios de información que los que hoy día tenemos a disposición).
Y, finalmente, la originalidad y novedad de sus aportaciones y la profundidad de sus reflexiones. Hoy día vivimos dentro de una cultura «accidentada» y «fugaz», con poco espacio para la reflexión y el sosiego. Todos somos «víctimas» y hay un exceso de «verdugos» empeñados en fraccionar y seccionar los espacios de información.
El esfuerzo por mantenerse despierto en medio del mundo podría resultar extraño en una persona que vive en un monasterio trapense, aunque sea norteamericano, pero, curiosamente, algunos trapenses han dado muestras de una gran sensibilidad hacia lo que hay más allá de la clausura, sensibilidad y atención propias de los grandes maestros espirituales de la humanidad.
(Continuará…)

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