Las
puertas son una parte natural de la vida cotidiana. Piensa cuántas funciones
cumplen. Evoca en la Escritura cuántas veces se habla de puertas, en relación
con la vida espiritual y el alma o mundo interior. Nuestro yo más profundo vive
en esa región invisible donde reside el anhelo del Amado. Abrir la puerta del
corazón significa entrar en un camino de transformación espiritual.
Ideas generales: “Una puerta
abierta en el centro de nuestro ser, y a través de ella caemos en las inmensas
profundidades que, aun siendo infinitas, son plenamente accesibles a nosotros”.
(T.M.) Esta puerta que está en nosotros nos permite el acceso a lo divino que
habita en nosotros, y nos ayuda a conocer y aceptar mejor la totalidad de lo
que somos. Esa presencia divina es AMIGA COMPASIVA y CREADORA GENEROSA,
garantía de la belleza que no pasa, tampoco en los momentos duros de nuestra
existencia. Encontrar ese lugar interior es como volver al hogar. Así, el
primer paso de este camino es ENCONTRAR LA PUERTA DE NUESTRO CORAZÓN, que nos
abre a tesoros interiores.
IDENTIFICAR LA PUERTA. “Una puerta es en verdad algo asombroso”.
Es una metáfora que nos dice cómo nos vemos a nosotros mismos y cómo
experimentamos la vida en este momento.
Pensar en el tipo de puerta que simboliza mejor la visión que tienes de ti
mismo y de Dios. Cómo es la puerta de tu corazón? Visualízala. Recordar que
somos templo de Dios y que su Espíritu habita en nosotros.
LA PUERTA DE MI CORAZÓN ES JESÚS. Juan 10,7. La palabra puerta, en varias
tradiciones religiosas se emplea para referirse al ser divino. A través de esta
puerta entramos a explorar las regiones misteriosas de nuestro verdadero yo.
Cada día somos invitados a pasar por la puerta del Amor, guiados por la sed
insaciable de una tierra propia. Si ignoramos u olvidamos la puerta del amor,
nos vencerán fácilmente las dudas y el desánimo. A través de esta puerta
alcanzamos la sabiduría. Piensa cómo ha sido Dios en Jesús una puerta para tu
vida.
(Notas a partir de la lectura de "ABRE LA PUERTA. Introspección al verdadero yo". de Joyce Rupp, Sal Terrae, 2009)
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