En el templo en penumbras suena como trompeta el
Pregón Pascual: los cirios en alto, el corazón rebosante de gozo. Nos
sentimos parte de la Iglesia que espera, y así lo expresamos en la oración. Luego,
sentados, escuchamos las palabras que narran la historia de un Dios creador, un Dios que llama a buscar siempre lo nuevo, un Dios liberador, enemigo de toda esclavitud, un Dios que promete
no arrepentirse nunca de su alianza con nosotros.
Y entonces a toda voz gritamos ¡Gloria! Se encienden todas las luces, y suenan
las campanas.
Somos un pequeño resto en medio de la noche, en un mundo que
duerme, y sin embargo tenemos esperanza, porque la Luz va delante de nosotros. El apóstol nos habla del sentido de
nuestro bautismo, y tras un Aleluya movido y palmeado el Evangelio proclama:
“No tengan miedo”.
Esta es la noche de la fe.
No hay otra como esta.
Es la noche santa de la
Resurrección,
la noche santa de la Vida.
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