"En la medida en que Merton fue capaz de leer las noticias de su siglo con el ojo interior del amor, en la medida en que supo penetrar en el corazón de la complejidad social con sencillez y sin egoísmo, y en tanto se hizo portavoz, con lengua de fuego y corazón herido, de una invitación universal a la santidad (la radical cordura y la fuente de la cordialidad), sus palabras fueron las de un verdadero profeta del siglo XX. Y es que al decir de Merton, profetizar no es predecir, sino captar la realidad en su momento de suprema expectación y tensión hacia lo nuevo. Esta tensión se descubre, no en un entusiasmo hipnótico, sino a la luz de la existencia diaria".
Fernando Beltrán Llavador.
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Emilia