domingo, 21 de julio de 2013

BÚSQUEDAS E INQUIETUDES


 
En Merton hay, respecto a la vida espiritual, una insatisfacción permanente, una búsqueda constante, y un espíritu entre irónico y contestatario que singulariza su camino monástico y su proyecto de santidad. Lo que él quiere no es repetir simplemente un modelo temporal, sino vivir en fidelidad creativa el seguimiento del Modelo, que es Cristo.[1]  Merton tuvo que lidiar con esta, y otras situaciones: sus deseos de silencio y soledad en una comunidad monástica cada vez más poblada, activa[2]  y ruidosa; sus luchas entre la vocación monástica y su condición de  escritor famoso  en un monasterio trapense[3]; sus dificultades para asumir concepciones teológicas y costumbres prácticamente medievales, o el mal gusto de ciertos ornamentos e  imágenes, siendo él una persona de cultura amplia y gusto artístico[4]. Creo que en esos primeros años, y luego de que pasara el momento primero de idealización,   tuvo Merton que reordenar su vida interior, y encontrarse de nuevo a sí  mismo, su verdadero yo, su verdadera identidad, reordenando sus prioridades y mirando más allá de lo inmediato, a un horizonte trascendente e inmanente al mismo tiempo.. Al comentar acerca de dos escritores rusos apunta:
Me pregunto si, después de todo, nuestra cautela teológica no es señal de una frialdad de corazón, de una terrible esterilidad nacida del temor o la desesperación. Estos dos hombres se atrevieron a equivocarse y corrieron el peligro de ser condenados por todas las Iglesias para poder decir, entre sus afirmaciones erróneas, algo grande y digno de Dios”.[5]  Resalta la vocación creadora del hombre, la necesidad de ser creativos, y afirma: “por nada del mundo puedo darme el lujo de estar pasivo en este lugar[6]”. Esto lo dice un contemplativo, que ama el silencio y la soledad, que se queja de la hiperactividad del monasterio; pero aquí habla de otra actividad, la del Espíritu: “Hay cosas que cada uno ha de elaborar, siempre de nuevo, por si mismo”.[7] Es importante buscar y discernir la voluntad de Dios, y cooperar con ella; esta voluntad no es un hado irremediable a lo que tenemos que someternos, sino “un acto creativo en nuestra vida que da lugar a algo absolutamente nuevo”.[8] De ahí que considerándose un hombre de Iglesia, diga a su vez que esto supone ser plenamente él mismo, y no mero número. Se trata de ser “plenamente responsable y libre ante Dios”.[9]
En septiembre de 1959 anda en busca de “una nueva dirección”, de “nuevos horizontes”, en cualquier dirección en la que apunte la voluntad de Dios, que es para él como un despliegue de posibilidades nuevas; le toca a él “empujar hacia adelante, crecer interiormente, orar, romper las ataduras y desafiar los temores, crecer en la fe, que tiene su propia soledad, buscar una perspectiva totalmente nueva y una nueva dimensión en mi vida”.[10] Este es el talante que estará presente hasta el final de la vida de Merton.


[1] “La vida de un cristiano sólo tiene sentido y valor en la medida en que se configura con la vida de Jesús”. SJ, 189.
[2] Hay una concepción de la “santidad” vinculada con el “hacer”; en SJ, 84, narra la situación de un monje mayor, enfermo, que se resiste a quedarse en la cama: “Es imposible mantenerle alejado de la comunidad. Quiere participar en todos los ejercicios regulares hasta que se le doblen las piernas.  Para los trapenses, la santidad ha consistido precisamente en eso durante generaciones y generaciones”. También: “Los trapenses creen que todo lo que les cuesta un esfuerzo es voluntad de Dios. Todo lo que les hace sufrir, voluntad de Dios. Si sudan, voluntad de Dios. Pero albergamos serias dudas acerca de las cosas que no exigen inversión alguna de energía física….y como convertimos en fetiches las dificultades, a veces trabajamos en las circunstancias más absurdas que se puedan imaginar, sacrificándonos no por Dios, sino por nosotros mismos”. SJ, 62
[3]Un autor en un monasterio trapense es como un pato en un gallinero. Y daría cualquier cosa por no ser pato”. SJ, 113.
[4]Un libro malo consagrado al amor de Dios sigue siendo un libro malo por mucho que se consagre al amor de Dios”. SJ, 82. Hablando de un monje con ideas afines, apunta: “No cree que se de gloria a Dios con las empalagosas melosidades a las que la gente califica de arte religioso”. SJ, 102.
[5] DI, 167.
[6] DI, 180
[7] DI, 169
[8] DI, 182
[9] DI, 185
[10] DI, 202

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