"Los carmelitas eran originalmente ermitanos y, por supuesto, su vida era la tradicional vida eremítica conocida en Oriente desde los primeros siglos de la Iglesia. Vivían como los Padres del desierto habían vivido ocho siglos antes. Comenzaron como un vástago del antiguo monaquismo, informal y carismático, en Siria y Palestina, pero no eran monjes en el sentido occidental, y nunca lo fueron. Originariamente no eran cenobitas. No tenían ningún oficio litúrgico en común. No vivían en monasterios ni conventos. Eran en realidad simples laicos que vivían como solitarios unidos por una relación vaga, en cuevas y cabanas en la ladera del monte Carmelo. Su forma de vida no estaba todavía institucionalizada, y aunque al principio solicitaron una regla al patriarca de Jerusalén, esa regla era, como veremos, deliberadamente sencilla y carente de complicaciones".
"El apostolado de la predicación era una parte integral de la tradición más pura y primitiva de la Orden... pero debía ser un apostolado de solitarios y contemplativos, no de frailes que viven en una ciudad concurrida. Cuál es la explicación de esto? Probablemente deba buscarse en la adopción simbólica por los carmelitas del profeta Elías como su "fundador"... Es cierto que Elías, en un sentido amplio, era el fundador de esa forma de vida ya que, en realidad, había sido inspirador de innumerables generaciones que habían vivido allí en los lugares santificados por su memoria y marcados por su huella indeleble".
"Los primeros carmelitas fueron, pues, no sólo ermitanos descendientes de los primeros Padres del desierto, sino que fueron también muy conscientes de un cierto carácter profético en su vocación".
Thomas Merton
"El ideal carmelita primitivo", en HUMANISMO CRISTIANO.
KAIRÓS, 2001.
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