En 1962 (25 de enero), tras veinte años de vida monástica, fiel a su vocación, al término de un retiro, Merton concluye allí donde empezara su ventura y su aventura religiosa:
"1) No puede haber duda ni ambigüedad en mi decisión de ser completamente fiel a la voluntad y a la verdad de Dios. Por eso tengo que buscar siempre y en todo, obrar según su voluntad y su verdad e intentar, con su gracia, ser 'santo.'
2) No puede haber duda ni medias tintas en mi empeño por evitar falsificar esta obra de verdad al tomar demasiado en cuenta lo que otros aprueban o consideran 'sagrado.' En una palabra, podría suceder (o tal vez no) que lo que Dios me pide me haga parecer menos perfecto a los demás, o que me prive de su apoyo, de su afecto o de su respeto. Llegar a ser santo, por tanto, puede implicar la angustia de parecer, y en un sentido real 'ser', un pecador, un desterrado. Eso puede comportar conflictos aparentes según cierto estándar, que quizá sea mal entendido por mí o por otros o por todos nosotros.
3) La cuestión es aferrarse a la voluntad y verdad de Dios en su pureza e intentar ser sincero y actuar en todas las cosas movido por un amor genuino hasta donde pueda."
"1) No puede haber duda ni ambigüedad en mi decisión de ser completamente fiel a la voluntad y a la verdad de Dios. Por eso tengo que buscar siempre y en todo, obrar según su voluntad y su verdad e intentar, con su gracia, ser 'santo.'
2) No puede haber duda ni medias tintas en mi empeño por evitar falsificar esta obra de verdad al tomar demasiado en cuenta lo que otros aprueban o consideran 'sagrado.' En una palabra, podría suceder (o tal vez no) que lo que Dios me pide me haga parecer menos perfecto a los demás, o que me prive de su apoyo, de su afecto o de su respeto. Llegar a ser santo, por tanto, puede implicar la angustia de parecer, y en un sentido real 'ser', un pecador, un desterrado. Eso puede comportar conflictos aparentes según cierto estándar, que quizá sea mal entendido por mí o por otros o por todos nosotros.
3) La cuestión es aferrarse a la voluntad y verdad de Dios en su pureza e intentar ser sincero y actuar en todas las cosas movido por un amor genuino hasta donde pueda."
(Citado por: Fernando Beltrán Llavador, en "Apertura e intimidad: directrices espirituales de TM para el siglo XXI")
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