jueves, 27 de marzo de 2014

UN MONJE COMPASIVO Y PARADÓJICO

Thomas Merton:
Un monje compasivo, un hombre paradójico
(James Conner, ocso)

Ingresé en la Abadía de Getsemaní en 1949, el mismo año en que Merton fue ordenado sacerdote. Por lo tanto tuve la gracia de vivir y trabajar con él durante diecinueve años. Siempre he dicho que él fue uno de los más grandes dones de mi vida. Me enseñó no sólo cómo ser monje, sino también cómo descubrir quién era yo y quién me llamaba Dios a ser. Uno de los grandes dones de Merton era precisamente su humanidad. Era capaz de ser una persona espiritual sin sacrificar nada de su propia humanidad. De hecho uno de los libros que enseguida me recomendó fue uno muy breve titulado Holiness is Wholeness.1 Esto era algo muy importante en Getsemaní por aquel tiempo. El jansenismo francés había influenciado bastante la reforma de La Trapa, la Orden de los Trapenses en general, y Gethsemaní en particular. En aquellos años la vida monástica era considerada más como una vida de penitencia que de contemplación.

El hecho de que Merton hubiera estudiado en la universidad de Columbia y hubiera enseñado en el Colegio de St. Bonaventure significaba que estaba habituado a investigar en las fuentes de los temas que estudió o enseñó. Y este empeño lo conservó a lo largo de su vida monástica. Poseía un buen conocimiento del latín y del francés, y por eso era capaz de poder localizar y leer documentos primitivos tanto de monacato como de espiritualidad. Debido a esto, el Abad Dom Frederic Dunne le designó para que preparara una serie de breves estudios sobre los primeros santos cistercienses y hombres y mujeres virtuosos. En 1950 el nuevo Abad, Dom James Fox, le pidió que diera una serie de conferencias a los novicios.

Todavía no era maestro de novicios. El material para estas conferencias lo sacó de Josef Goldbrunner, Holiness Is Wholeness (New York: Pantheon, 1955). las fuentes primitivas del monacato, pues había investigado sobre éstas. Estas conferencias eran muy apreciadas por los novicios, debido tanto al tema elegido como al modo de presentación. Los temas los llevaba siempre muy bien preparados; pero era capaz de inyectarles su propio estilo humorístico y así hacerlos interesantes.

Después de varios meses el maestro de novicios se quejó de que Merton estaba dando más su propia doctrina más que la enseñanza tradicional. De hecho la realidad era lo contrario. Lo que Merton estaba ofreciendo era la auténtica historia monástica; lo que pasaba es que todo ese material histórico había sido preterido durante años para sobreponer y destacar fuentes de espiritualidad más populares, particularmente los escritos de santa Teresa de Lisieux. También el espíritu de la Orden se había movido desde la primacía de la contemplación a la primacía de la penitencia y la austeridad. Detrás de todo esto, sin embargo, había también cierta cortedad por parte del maestro de novicios. Estaba molesto al ver el éxito que tenía Merton entre los novicios y pensó que eso estaba haciendo daño a su influencia en ellos...
(Continúa)

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