miércoles, 30 de abril de 2014

EL HOMBRE VERDADERO

 "¿Qué se quiere decir con
el hombre verdadero"? 
Los hombres verdaderos de antaño 
no tenían miedo, 
cuando se encontraban solos 
en sus puntos de vista. 
Nada de grandes logros. Nada de planes. 
Si fracasaban, nada de dolor. 
Nada de autocomplacencia en caso de éxito.
 Escalaban farallones, siempre sin vértigo; 
se sumergían en las aguas, jamás se mojaban, 
caminaban a través del fuego 
y no se quemaban. 
Así su conocimiento llegaba hasta el Tao.
 Los hombres verdaderos de antaño dormían sin sueños,
 despertaban sin preocupaciones. 
Su comida era sencilla. 
Respiraban profundamente. 
Los hombres verdaderos respiran desde sus talones. 
Otros respiran con sus gargantas, medio estrangulados.
 En las disputas arrojan argumentos como si vomitaran. 
Donde las fuentes de las pasiones 
yacen profundas,
 los arroyos celestiales 
pronto se secan.

Los hombres verdaderos de antaño 
no conocían la pasión por la vida,
 ni el miedo a la muerte. 
Su aparición carecía de alegría, 
su salida, más allá, 
se producía sin resistencia. 
Fácil viene, fácil se va. 
No olvidaban de dónde, 
ni preguntaban a dónde,
 ni caminaban inflexiblemente hacia adelante 
luchando a todo lo largo de su vida. 
Tomaban la vida como venía, 
sin preocupación; 
y se iban, allá.
 ¡Allá!
 No tenían intención de combatir el Tao. 
No intentaban, motu propio,ayudar al Tao. 
Ésos son los que llamamos hombres verdaderos.
 Mentes libres, pensamientos desaparecidos. 
Frentes despejadas, rostros serenos.
 ¿Eran frescos?
 No más frescos que el otoño.
 ¿Eran cálidos? 
No más que la primavera. 
Todo lo que salía de ellos salía tranquilamente, 
como las cuatro estaciones".

Thomas Merton
"El camino de Chuang Tzu"

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