viernes, 8 de agosto de 2014

ABRAZAR LA VIDA

Cuando oramos diciendo: "Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor", estamos diciendo al mismo tiempo, no tengo dudas, dichoso el hombre que ha puesto su confianza en la vida, y no otra cosa es la fe. Es creer en Dios, y en consecuencia, creer, confiar, en la vida

En esta misma dirección interpretamos una frase de Jesús en los Evangelios: "El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz de cada día y venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?".

Jesús nos invita a que, sin temor, abracemos la vida, la de cada día, porque al hacerlo, confiadamente, abrazamos a Dios. Al decidir seguir a Cristo y buscar a Dios no renegamos de la vida. El cristiano no puede ser anti vital, todo lo contrario. Pero a veces, con palabras y gestos, con actitudes concretas, parecemos negadores de la vida.

Cuando en el texto anterior se vincula la vida con la cruz no asumimos la existencia como algo negativo, sino como algo imprevisible, sobre lo que no tenemos control; tanto la alegría como la tristeza, el éxito como el fracaso, la ganancia y la pérdida, forman parte de la vida. Aceptarlo todo con confianza es abrazar la cruz, creyendo que a fin de cuentas, para quien vive en comunión con Dios amor, todo será bien. No controlamos tampoco las acciones de los demás, no podemos prever cataclismos naturales o movimientos sociales violentos, o sistemas políticos no respetuosos de nuestros derechos, pero, en cuanto somos hombres y mujeres de fe, seguimos creyendo en el amor como valor supremo, y abrazando la vida como máxima expresión del amor.


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