"1)
No puede haber duda ni ambigüedad en mi decisión de ser completamente fiel a
la voluntad y a la verdad de Dios. Por eso tengo que buscar siempre y en todo,
obrar según
su voluntad y su verdad e intentar, con su gracia, ser 'santo.'
2)
No puede haber duda ni medias tintas en mi empeño por evitar falsificar esta
obra
de verdad al tomar demasiado en cuenta lo que otros aprueban o consideran 'sagrado.'
En una palabra, podría suceder (o tal vez no) que lo que Dios me pide me haga parecer
menos perfecto a los demás, o que me prive de su apoyo, de su afecto o de su respeto.
Llegar a ser santo, por tanto, puede implicar la angustia de parecer, y en un sentido
real 'ser', un pecador, un desterrado. Eso puede comportar conflictos aparentes según
cierto estándar, que quizá sea mal entendido por mí o por otros o por todos nosotros.
3)
La cuestión es aferrarse a la voluntad y verdad de Dios en su pureza e intentar ser
sincero y actuar en todas las cosas movido por un amor genuino hasta donde
pueda."
25 de enero de 1962
THOMAS MERTON. DIARIOS II
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