THOMAS MERTON buscó en los signos de su tiempo una respuesta
encarnada y vital a la llamada a la santidad, y nos dejó el testimonio de su
experiencia personal: la de un hombre contemporáneo, paradójico, como somos
todos, que abrazó la fe y comprendió el desafío que para todo creyente
tiene la llamada a una vida plena,
Merton
buscó la plenitud en Cristo, trabajó por alcanzar una cota de santidad en su
vida desde unas coordenadas históricas, geográficas y espirituales concretas,
con una visión que fue desarrollándose y madurando con los años. Indagar en su
experiencia, en su propia búsqueda espiritual resulta estimulante y nos ayuda a
hacer nuestra propia búsqueda, a recorrer nuestro propio camino como
cristianos, y a descubrir algunas claves para buscar y vivir la santidad a la
que estamos llamados concretamente hoy.
Todo lo que es, es santo. No es cierto que los santos no se
fijen en las cosas creadas, no entiendan al mundo, su gente, las cosas que
suceden. No se puede amar a Dios y odiar al mundo que Él creó. No van por el
mundo con rostro de piedra sin escuchar las voces de los que hablan, ríen o
lloran. Nos dice Merton:
“Un santo es capaz de hablar del mundo sin
ninguna explícita referencia a Dios, de tal modo que sus afirmaciones den mayor
gloria a Dios y despierten mayor amor a Dios que las observaciones de alguien
menos santo, que tenga que esforzarse por establecer una arbitraria relación
entre las criaturas y Dios mediante gastadas analogías y metáforas, tan débiles
que hacen pensar que algo le pasa a la religión.” Thomas Merton (Semillas de Contemplación)
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