"Así pues, ya no son extranjeros, ni huéspedes, sino ciudadanos de la ciudad de los santos; ustedes son de la casa de Dios. Están cimentados en el edificio cuyas bases son los apóstoles y profetas y cuya piedra angular es Cristo Jesús. En Él se ajustan los diversos elementos y la construcción se eleva hasta formar un templo santo en el Señor. En Él, ustedes se van unificando hasta ser un santuario espiritual de Dios. "
(San Pablo, Efesios 2, 19-22)
La llamada a la santidad fue un tema permanente,
creciente y en evolución, en la búsqueda personal de Merton. Buscó en su persona, en el mundo, en los signos
de su tiempo. Traemos hoy algunas de sus ideas:
Diferentes pero iguales.
“No hay dos santos iguales, pero todos son como Dios,
como Él, de un modo diferente y especial.”
(Vida y Santidad).
Ser yo, sé tú.
“Para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la
santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca
será la mía y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y
la gracia. Para mí, ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto, el problema
de la santidad y de la salvación es en realidad el problema de descubrir quién
soy yo y de encontrar mi yo verdadero….Dios nos deja en libertad de ser lo que
nos parezca…Pero el problema es éste: puesto que sólo Dios posee el secreto de
mi identidad, únicamente Él puede hacerme quién soy, o mejor, únicamente Él
puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las
semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son
las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad,
mi propia santidad.” (Semillas de Contemplación.)
Santidad que no se enajena.
"No podemos hacernos santos solamente tratando de
huír de las cosas materiales. Poseer vida espiritual consiste en poseer una
vida que sea espiritual en toda su plenitud; una vida en la que los actos del
cuerpo sean santos por el alma, y en la que el alma sea santa por Dios que mora
y actúa en ella. Cuando vivimos una vida
semejante, los actos del cuerpo van dirigidos a Dios por Dios mismo y le dan
gloria, y al mismo tiempo ayudan a santificar el alma. El santo no es, pues,
santificado sólo por el ayuno cuando debe ayunar, sino por la comida cuando
debe comer. No es santificado sólo por
las oraciones en la oscuridad de la noche, sino por el sueño tomado en
obediencia a Dios, que nos hizo lo que somos. No sólo la soledad contribuye a
la unión con Dios, sino también el amor sobrenatural a los amigos y familiares,
y a los que viven y obran junto a él." ( Los hombres no son
islas.)
"Un cristianismo que menosprecie las necesidades
fundamentales del ser humano, no es realmente digno de ese nombre. Y sin duda,
nadie pretenderá que la Iglesia no se preocupe por tales cosas. ...Es muy
importante caer en la cuenta de que el humanismo cristiano no es un lujo que la
Iglesia conceda de mala gana a unos cuantos estetas y reformistas sociales,
sino una necesidad en la vida de todo cristiano.
No existe auténtica santidad sin esta preocupación humana
y social. No basta con entregar donativos deducibles de los impuestos a
distintas "entidades caritativas". Estamos obligados a tomar parte
activa en la solución de problemas urgentes que afectan globalmente a nuestra
sociedad y a nuestro mundo." (Vida y Santidad.)
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