Hace pocos días, se avanzó un paso más en el necesario entendimiento mutuo entre católicos y luteranos. "Conscientes del amor que nos une, a pesar de las divergencias reales y las fricciones emocionales" -había dicho Merton hace casi 50 años- "si permanecemos abiertos unos a otros Dios morará en nosotros". Es imprescindible "mantener esta apertura y luchar por ella con todo nuestro corazón."
Declaración de la comisión conjunta Católico - Luterana al comenzar el quinto centenario de la Reforma:
«Permaneced en mí,
y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece
en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí» (Jn 15,4).
Con corazones
agradecidos
Con esta
Declaración Conjunta, expresamos gratitud gozosa a Dios por este momento de
oración en común en la Catedral de Lund, cuando comenzamos el año en el que se
conmemora el quinientos aniversario de la Reforma. Los cincuenta años de
constante y fructuoso diálogo ecuménico entre Católicos y Luteranos nos ha
ayudado a superar muchas diferencias, y ha hecho más profunda nuestra mutua
comprensión y confianza. Al mismo tiempo, nos hemos acercado más unos a otros a
través del servicio al prójimo, a menudo en circunstancias de sufrimiento y
persecución. A través del diálogo y el testimonio compartido, ya no somos
extraños. Más bien, hemos aprendido que lo que nos une es más de lo que nos
divide.
Pasar del conflicto
a la comunión
Aunque estamos
agradecidos profundamente por los dones espirituales y teológicos recibidos a
través de la Reforma, también reconocemos y lamentamos ante Cristo que
Luteranos y Católicos hayamos dañado la unidad visible de la Iglesia. Las
diferencias teológicas estuvieron acompañadas por el prejuicio y por los
conflictos, y la religión fue instrumentalizada con fines políticos. Nuestra fe
común en Jesucristo y nuestro bautismo nos pide una conversión permanente, para
que dejemos atrás los desacuerdos históricos y los conflictos que obstruyen el
ministerio de la reconciliación. Aunque el pasado no puede ser cambiado, lo que
se recuerda y cómo se recuerda, puede ser trasformado. Rezamos por la curación
de nuestras heridas y de la memoria, que nublan nuestra visión recíproca.
Rechazamos de manera enérgica todo odio y violencia, pasada y presente,
especialmente la cometida en nombre de la religión. Hoy, escuchamos el
mandamiento de Dios de dejar de lado cualquier conflicto. Reconocemos que somos
liberados por gracia para caminar hacia la comunión, a la que Dios nos llama
constantemente.
Nuestro compromiso
para un testimonio común
A medida que
avanzamos en esos episodios de la historia que nos pesan, nos comprometemos a
testimoniar juntos la gracia misericordiosa de Dios, hecha visible en Cristo
crucificado y resucitado. Conscientes de que el modo en que nos relacionamos
unos con otros da forma a nuestro testimonio del Evangelio, nos comprometemos a
seguir creciendo en la comunión fundada en el Bautismo, mientras intentamos
quitar los obstáculos restantes que nos impiden alcanzar la plena unidad.
Cristo desea que seamos uno, para que el mundo crea (cf. Jn 17,21).
Muchos miembros de
nuestras comunidades anhelan recibir la Eucaristía en una mesa, como expresión
concreta de la unidad plena. Sentimos el dolor de los que comparten su vida
entera, pero no pueden compartir la presencia redentora de Dios en la mesa de
la Eucaristía. Reconocemos nuestra conjunta responsabilidad pastoral para responder
al hambre y sed espiritual de nuestro pueblo con el fin de ser uno en Cristo.
Anhelamos que sea sanada esta herida en el Cuerpo de Cristo. Este es el
propósito de nuestros esfuerzos ecuménicos, que deseamos que progresen, también
con la renovación de nuestro compromiso en el diálogo teológico.
Pedimos a Dios que
Católicos y Luteranos sean capaces de testimoniar juntos el Evangelio de
Jesucristo, invitando a la humanidad a escuchar y recibir la buena noticia de
la acción redentora de Dios. Pedimos a Dios inspiración, impulso y fortaleza
para que podamos seguir juntos en el servicio, defendiendo los derechos humanos
y la dignidad, especialmente la de los pobres, trabajando por la justicia y
rechazando toda forma de violencia. Dios nos convoca para estar cerca de todos
los que anhelan dignidad, justicia, paz y reconciliación. Hoy, en particular,
elevamos nuestras voces para que termine la violencia y el radicalismo, que
afecta a muchos países y comunidades, y a innumerables hermanos y hermanas en
Cristo. Nosotros, Luteranos y Católicos, instamos a trabajar conjuntamente para
acoger al extranjero, para socorrer las necesidades de los que son forzados a
huir a causa de la guerra y la persecución, y para defender los derechos de los
refugiados y de los que buscan asilo.
Hoy más que nunca,
comprendemos que nuestro servicio conjunto en este mundo debe extenderse a la
creación de Dios, que sufre explotación y los efectos de la codicia insaciable.
Reconocemos el derecho de las generaciones futuras a gozar de lo creado por
Dios con todo su potencial y belleza. Rogamos por un cambio de corazón y mente
que conduzca a una actitud amorosa y responsable en el cuidado de la creación.
Uno en Cristo
En esta ocasión
propicia, manifestamos nuestra gratitud a nuestros hermanos y hermanas,
representantes de las diferentes Comunidades y Asociaciones Cristianas
Mundiales, que están presentes y quienes se unen a nosotros en oración. Al
comprometernos de nuevo a pasar del conflicto a la comunión, lo hacemos como
parte del único Cuerpo de Cristo, en el que estamos incorporados por el
Bautismo. Invitamos a nuestros interlocutores ecuménicos para que nos recuerden
nuestros compromisos y para animarnos. Les pedimos que sigan rezando por
nosotros, que caminen con nosotros, que nos sostengan viviendo los compromisos
de oración que manifestamos hoy.
Exhortación a los Católicos y Luteranos del
mundo entero.
Exhortamos a todas
las comunidades y parroquias Luteranas y Católicas a que sean valientes,
creativas, alegres y que tengan esperanza en su compromiso para continuar el
gran itinerario que tenemos ante nosotros. En vez de los conflictos del pasado,
el don de Dios de la unidad entre nosotros guiará la cooperación y hará más
profunda nuestra solidaridad. Nosotros, Católicos y Luteranos, acercándonos en
la fe a Cristo, rezando juntos, escuchándonos unos a otros, y viviendo el amor
de Cristo en nuestras relaciones, nos abrimos al poder de Dios Trino. Fundados
en Cristo y dando testimonio de él, renovamos nuestra determinación para ser
fieles heraldos del amor infinito de Dios para toda la humanidad."
Lund, 31 de octubre de 2016
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