Para
recordarnos los caminos de Cristo
(Una vieja entrada para recordar)
(Una vieja entrada para recordar)
Al hablar del Adviento, Thomas Merton
hace un señalamiento importante y curioso que llama nuestra atención. Es el
siguiente:
“Puede ocurrir que los mejores cristianos
estén entre los que, por alguna razón, se consideran malos cristianos. Eso
también puede ser parte del misterio de Adviento, y nos puede recordar los
caminos de Cristo”.
¿Qué piensan? Léanlo varias veces y
verán cuántas ideas llegan, cuántas preguntas, y también algo de luz. Aquí está
eso que la teología ha llamado la “kénosis” o “abajamiento” de que habla la
Carta a los Hebreos y San Pablo también. Sigamos escuchando a Merton:
“La plenitud del tiempo es el tiempo de Su
vaciamiento en nosotros. La plenitud del tiempo es el tiempo de nuestro
vaciamiento, que atrae a Cristo a bajar a nuestras vidas de modo que en
nosotros y por medio de nosotros pueda traer la plenitud de Su verdad al
mundo”.
Dice Merton:
“Aquí es donde hemos de tener cuidado con
nuestros torcidos conceptos de “plenitud” y “planificación”. Es cierto que la
gloria y la presencia de Cristo a veces han rebosado visiblemente no sólo en
carismas espirituales, sino también en lo que podríamos llamar el carisma de la
cultura y las formas espirituales de la civilita.
Pero, obviamente, ese “carisma”, en el mejor de los casos, es metafórico o
analógico, ya que implica el “bautizar” formas que son muy limitadas en el
tiempo y en la geografía. Cuanto más “llenos” estamos de esos cumplimientos, y
cuanto más identificamos la fisonomía de una cultura próspera con el rostro del
Kyrios glorificado, más tendemos a
dejarnos engañar por una proyección y cumplimiento ilusorios, y mayor el
peligro de que nuestro Cristianismo se convierta en una vana presunción ante
los ojos de Dios. En tal caso, el Advenimiento del Señor no pide ni más ni
menos que un retorno al “vaciamiento” de la fe. Incluso puede significar la
destrucción de la falsa imagen que habíamos erigido en honor de nuestro propio
logro, o que, aunque erigida en honor del Señor, no era digna de Él”.
Sigue entonces su argumentación para
acabar de iluminar la frase inicial de esta entrada:
“Si el Señor desea vivir en nosotros Su
vaciamiento de Sí mismo, Su Kénosis, no es probable que tolere en nosotros la
plenitud y ufanía de la arrogancia colectiva. ¿En quién descansará Su Espíritu
sino en los humildes y en los pobres? Eso no significa que el orgullo
ocasional, o incluso corriente, pueda arrojar válidas dudas sobre la verdad de
la Iglesia; pero significa que la fuerza y santidad de la Iglesia no están, en
ese momento, donde se supone y se afirma que están”.
Aquí habría ahora que volver a leer la frase
inicial, y por eso vuelvo a escribirla:
“Puede ocurrir que los mejores cristianos
estén entre los que, por alguna razón, se consideran malos cristianos. Eso
también puede ser parte del misterio de Adviento, y nos puede recordar los
caminos de Cristo”.
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