jueves, 14 de diciembre de 2017

Comentarios recientes sobre Thomas Merton en mi diario

Escribo en Matanzas, donde pasaré unos días. Aquí podré escribir y dar una primera revisada al Diccionario de Merton, un regalo reciente de S...  Temprano tomo el Diccionario y leo las introducciones (a la edición en inglés y en español) que me auguran momentos de interés y disfrute intelectual, sobre todo por el acceso a parcelas de la obra de Merton que conozco menos.

 También recibí otros libros de TM, además del Diccionario; estos son: “El palacio del vacío de Thomas Merton (Encontrar a Dios: despertar al verdadero yo)”, de James Finley (Sal Terrae); “Thomas Merton. El verdadero viaje”, de Fernando Beltrán Llavador (Sal Terrae); “La voz secreta. Reflexiones sobre mi obra en Oriente y Occidente”, Thomas Merton (Sal Terrae); “Amar y vivir”, de Thomas Merton (Oniro). El primero es una obra de 1978, ya considerado un clásico entre los estudios sobre el pensamiento de TM, y los dos últimos son reediciones, pues ambos títulos ya se habían publicado, pero ahora están mejor editadas. Las tres primeras aparecieron con motivo del Centenario del natalicio de Merton; siempre es una alegría, que casi había empezado a olvidar, el recibir nuevas publicaciones de este maestro, que no deja de acompañarme en mi personal búsqueda de Dios.


Voy revisando poco a poco el Diccionario de Merton: lo referido a su correspondencia me resulta de especial interés, así como el desglose más amplio de sus diversos diarios y la poesía, ya que hay mucho de esto todavía sin traducir al español. Alguna información resulta confusa, y se echa en falta un  poco de sentido crítico, aunque el prólogo advierte que así se lo propusieron los autores del diccionario. Ya S. me dijo que no había visto nada sobre M., y de ser cierto esto también sería una carencia importante del diccionario

En el diario publicado de TM, Run to the mountain (1939-1941) aparece como segunda parte el texto “The Cuban interlude” (Interludio cubano), que recoge la visita de Merton a la isla, y que he leído parcialmente. Leo que el texto completo consta de 76 páginas y que contiene algunas de las mejores descripciones del libro. También se recoge en el “Diario Secular”, en su segunda parte, primavera 1940, pero la referencia no resalta suficientemente, a mi entender, su experiencia mística en un templo cubano, ni he encontrado referencias a su intercambio epistolar con Cintio Vitier y otros poetas cubanos.

Las estructuras de la vida religiosa en la Iglesia deben servir como un marco propicio para estimular los carismas individuales y no para uniformar, haciendo que sus miembros sean meras copias mediocres de un modelo que depende mucho de corrientes e intereses ajenos a la fe. Pienso en esto cuando vuelvo a leer sobre las dificultades de Merton para vivir su singularidad, lo mismo que otras figuras eclesiales, pero sobre todo en tanta gente anónima, mujeres u hombres, que pasaron por ese rígido filtro  uniformador. También yo lo experimenté, como lo hace todo aquel que ha pasado por esas estructuras con un mínimo de sentido crítico.

 La voz M. sí aparece en el Diccionario de Merton, para referirse a la enfermera con la que Merton se relacionó en una etapa de su vida. Es natural que su nombre no aparezca en la entrada MUJERES, pues su vínculo con Merton es de otro tipo, más personal y directo, más íntimo, por lo que merecía una entrada propia.

Sigo leyendo el Diccionario TM: algunas voces de especial interés, datos nuevos, pero también hay conceptos muy tradicionales y faltan elementos que me gustaría poder conocer; por ejemplo, más sobre Bramachari. Me gustan especialmente la voz CELIBATO y CENTRO DE ESTUDIOS THOMAS MERTON, así como lo referente a sus CARTAS y a sus DIARIOS. Conozco muchas cosas de Merton, pero también hay muchísimas que desconozco. Estoy tratando de hacer una lectura general del volumen, para luego detenerme específicamente en aquellas partes que conozco menos y trabajarlas un poco; creo que este libro renovará una vez más mi personal entusiasmo por la persona y la obra de Merton. Es que de las cosas buenas también uno descansa, pero también a ellas siempre se vuelve, y Merton es un referente importante en mi propio itinerario de búsqueda de la verdad.


Terminé de revisar, primera mirada, el DICCIONARIO DE TM, y estas son mis primeras impresiones: un regalo de primer orden, largamente esperado, pero de momento estoy algo decepcionado con él. Primero, con su formato: grande y pesado; luego, es poco crítico, a veces tiende a ser tradicional en algunas voces (o espiritual, ligeramente devoto). Se echa de menos la falta de algunas merecidas entradas, como: Cuba, espiritualidad carmelitana, Teresa de Lisieux, San Juan de la Cruz, recepción católica a la obra de Merton, críticas que se le han hecho, Cintio Vitier… Por otra parte contiene información sobre libros no traducidos, personas o acontecimientos, y especialmente me interesa lo relativo a la poesía de Merton, o a sus diarios íntegros. A pesar de los límites que aprecio en la publicación, me aprovecharé indudablemente de ella y trataré de sacarle todo el jugo. Creo que desde ya me ha servido para volver a conectar espiritualmente con TM y entusiasmarme de nuevo con sus libros, sus ideas, y su vida.

Me cuenta S. que ha salido en SAL TERRAE una nueva edición de “Los manantiales de la contemplación”, que recoge un grupo de charlas que TM dio a religiosas en la abadía de Getsemaní, entre 1967 y 1968. Conservo una edición de Sudamericana, regalo de Alx y comprada en una Feria del Libro de la Habana hace unos años, que está en mal estado, porque la encuadernación no era buena y yo lo he manoseado mucho. Permite acceder a un Merton más espontáneo y diverso, hablando de los desafíos de la vida contemplativa y consagrada en la Iglesia de su tiempo, pero con intuiciones importantes para hoy. Sin embargo, al consultar el DICCIONARIO DE THOMAS MERTON, casi recién adquirido, constato un error; en la entrada que habla de este libro deja entender (o dice) que fue el propio Merton quien reunió estas charlas y las publicó. Cito:

En diciembre de 1967 y de nuevo en marzo de 1968, Thomas Merton organizó pequeños encuentros de superioras de conventos de clausura para ayudarlas en sus esfuerzos por la renovación de la vida religiosa de mujeres contemplativas, en el espíritu del Concilio Vaticano II y reunió esas charlas en un volumen”.

Por lo que dice la presentación del volumen que tengo en las manos, esas charlas nunca estuvieron impresas, sino que las religiosas, después de la muerte de Merton, transcribieron las cintas en las que fueron grabadas, haciendo los arreglos pertinentes para que el texto resultara más formal, es decir trasladaron el lenguaje oral, informal, a un texto más ordenado, pero respetando el espíritu original con que Merton se expresó, y luego lo dieron para ser publicado.
 (Creo recordar que parte del prólogo de este libro, firmado por Mary Luke Tobin, apareció en el blog hace ya un tiempo).

Mañana domingo, día 10, es aniversario de la muerte de Thomas Merton, y como otros años quiero vivir una larga jornada de reencuentro con él, con su obra y sus propuestas espirituales, enriqueciendo así la vivencia de mi Adviento, Navidad y Epifanía, hasta el 31 de enero, aniversario de su nacimiento, y también ahí estará, dentro de este período, mi propio cumpleaños  56. Aprovecharme del Diccionario, de los nuevos libros que me regaló S., y pensar en la idea de ampliar algunas páginas de mi tesina en Comillas. Leer a TM siempre me resulta gratificante y positivo para mi desenvolvimiento personal y espiritual.

Leyendo unas páginas del diario de Merton: su visita a la abadía de Getsemaní para un retiro; luego evoca su visita a Cuba, un año antes, y menciona varios lugares en la Habana: Hotel Andino; club Pensilvania, una terraza en la plaza, donde vendían helados; Río Cristal, habla de una comida fabulosa; también recuerda las iglesias de El Santo Cristo y San Francisco de Asís, y un periódico de la época, El Diario de la Marina. Todo lo anterior sucede en 1940; me gustaría encontrar fotos de estos ligares en aquel tiempo en que TM visitó nuestra isla.

“No puedo saber lo que me espera, lo que nos espera, en adelante, pero cada vez soy más consciente de que Dios quiere que me ponga en Sus manos y le deje llevarme a través de las cosas que están por venir, y debo aprender a confiar en Él sin miedo ni preguntas ni vacilaciones ni pasos atrás”
(Thomas Merton, Diarios, diciembre 1947).




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