"El gran regalo que se me dio, ese octubre, en el orden de la gracia, fue el descubrimiento de que la Florecita (Teresa de Lisieux) era realmente una santa, y no una santa muda como una muñeca en la imaginación de las ancianas sentimentales. No solo era santa, sino una gran santa, una de las mayores: !Tremenda! Le debo toda clase de disculpas por haber ignorado su grandeza durante tanto tiempo; pero para hacer tal cosa necesitaría un libro entero, y aquí solo dispongo de unas pocas líneas".
(Thomas Merton, LM7C)
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