"¡Arriba, tú, hombrezuelo! ¡Huye un poco de tus ocupaciones! Entra un instante en ti mismo, apartándote del tumulto de tus pensamientos. Arroja lejos de ti las preocupaciones que te agobian y aparta de ti las inquietudes que te oprimen. Búscate tiempo para Dios y descansa. Habla con Dios y dile con todas tus fuerzas: “Quiero, oh Señor, buscar tu rostro” (salmo 27,8). Señor mío y Dios mío, enseña a mi corazón dónde y cómo tengo que buscarte, dónde y cómo puedo encontrarte".
(San Anselmo)
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