sábado, 22 de diciembre de 2018

ADVIENTO DE 1964

"El frío del Adviento me ayuda a revivir la confusión y el milagro de los primeros días de mi estancia aquí, hace ahora veintitrés años, cuando, habiéndolo dejado todo tras de mí, me entregué sin condiciones a Dios. Durante mucho tiempo no he vuelto a experimentar esto mismo aquí. ¡El monasterio está demasiado caliente, demasiado ocupado, y es demasiado sociable para posibilitar esas vivencias! Pero mi disgregación y el hecho de vivir (en buena medida) en los bosques me ponen frente a la soledad y la pobreza de las frías colinas y del invierno de Kentucky. La realidad de mi propia vida, ¡qué incomparable!"


"En la ermita, veo lo rápidamente que puede uno desmoronarse. Hablo conmigo mismo, bailo alrededor de la ermita, canto. Todo esto está muy bien, pero no es serio; es una manifestación de debilidad, de vértigo. Experimento, dentro de este yo individual, la proximidad de la desintegración. (Sin embargo, también comprendo que este yo exterior puede desmoronarse y también ser reintegrado. Es como perder la piel seca, que se desprende rápidamente, al tiempo que por debajo se está formando una piel nueva)".

"La calidad de las noches de uno depende de la cordura con que haya vivido el día. Yo pongo entonces los pecados del día a la luz y la oscuridad de la verdad, que debe ser adorada sin disfraz. Acto seguido, deseo regresar a los disfraces. ¿Quién demonios dijo que la vida solitaria es una combinación de fingimiento y decepción? ¡¡¡Como si el fingimiento fuese fácil en la soledad!!! Resulta fácil en la comunidad, puesto que uno puede tener el apoyo de una ilusión común o de un acuerdo común en formas que vienen a ocupar el lugar de la verdad. Uno puede fingir en la soledad de un paseo vespertino, pero la noche destruye todas las ficciones. Uno se ve reducido a nada y obligado a iniciar laboriosamente el largo retorno a la verdad".


Thomas Merton
Diarios, 1964

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