"En la vida del hombre tiene la alegría mucho que ver con Dios. La criatura puede proporcionar alegría o ser ocasión de alegría para el hombre de múltiples maneras; pero el lograrlo depende de si el hombre es todavía un sujeto capaz de sentir la alegría y darse cuenta de ella. Esto, a su vez, depende de las relaciones que el hombre mantenga con Dios. Únicamente en Dios es capaz el hombre de la vitalidad plena. Sin Dios, el hombre es un enfermo crónico. Y esa enfermedad contamina también la alegría y la capacidad de vivir alegres. Por eso ha hecho el hombre tanto alboroto sobre su alegría mientras todavía tenía tiempo para hacerlo.Hasta que llegó un momento en que ya no pudo más. El mundo, convertido en cárcel, le acaparó tan intensamente que incluso la alegría quedó valorada y reducida a un medio de volver al compromiso por la lucha.
Si el hombre pretende ser sujeto de la verdadera alegría, tiene que situarse en un orden concreto y en relación con Dios. También la capacidad para la verdadera alegría y la misma vitalidad plena en la alegría dependen de determinadas circunstancias de la vida humana, de determinados comportamientos ante Dios. Allí donde la vida no se entiende como fundamentada y realizada en comunidad con Dios, todo se torna gris, triste y puro cálculo.
Cómo tenemos que vivir para ser capaces de la verdadera alegría? La pregunta debe hoy atraer nuestra atención más que en otros tiempos. El hombre debe tomar su alegría tan en serio como se toma a sí mismo. Y ha de tener en sí mismo, en su corazón y en su Dios la certeza de haber sido creado para la alegría, incluso en el tiempo de la noche y de la prueba. Es decir, para una vida plena y consciente de su propio sentido, segura de sus posibilidades, conocedora del camino de la plenitud en alianza con todos los buenos espíritus y fuerzas divinas, que se sabe bendecida, enviada y tocada interiormente por el mismo Dios.
Cómo tiene que vivir el hombre para que esta dicha brote de su corazón, resplandezca en su rostro y en sus ojos, ponga en sus manos un poder de trasmitir felicidad y completarla?
La condiciones de la verdadera alegría no son las condiciones de la vida exterior; significan una íntima constitución y competencia del hombre que le permitirá al menos alguna vez conjeturar, incluso en las más adversas circunstancias, cuál es en realidad el sentido de la vida...".
Alfred Delp
Escritos desde la prisión
SalTerrae
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