Este 31 de enero celebramos una vez más el natalicio de TM; comparto este resumen biográfico como recordatorio de esta fecha y acción de gracias...
Thomas Merton vivió entre 1915 y 1968, una época compleja y convulsa, época de guerras y de cambios, de transformaciones sociales, que marcaron inevitablemente sus propios desafíos personales. Durante ese período tuvieron lugar dos grandes Guerras Mundiales, la humanidad padeció el ascenso al poder de los totalitarismos, y también el período de la llamada “guerra fría” y la amenaza nuclear[1]. Merton es el típico hombre del siglo XX, que conoció tiempos de gran dinamismo, social y eclesial, y que afrontó desde su condición humana, “itinerante y vulnerable”; tal vez por ello su testimonio alcanzó un eco inusitado en un momento de desconcierto y crisis, al combinar tradición y novedad y proponiendo un camino antiguo desde perspectivas nuevas. De sus casi 54 años de vida, vivió 27 como monje trapense, en una abadía norteamericana, en el estado de Kentucky, pero siempre, aun en los años de mayor “ilusión” monástica, se sintió parte de su tiempo y de su mundo.
Sus primeros 16 años de vida fueron el sustrato donde arraigó la fuerza dinámica de su proceso de conversión, que transcurrió en los momentos álgidos de un conflicto bélico que marcaría definitivamente al mundo, y que desembocaría, primero en su bautismo católico, en 1938, y luego, en su entrada en Getsemaní, en 1941. Describió sus primeros años como monje como un viaje en el vientre de una paradoja, pues fueron años de luchas interiores, de purificación espiritual, y de recomposición de una imagen idealizada de su proyecto como consagrado y contemplativo. La publicación de su autobiografía le hizo muy conocido, y le convirtió en el representante de la vida monástica más conocido de su tiempo, y sus libros se leían en los refectorios de muchos conventos y monasterios, y por el público en general; mientras, él luchaba por conciliar su labor de escritor con su ideal contemplativo. Estudió con tenacidad acerca de la tradición monástica y espiritual católica, y ejerció como maestro en su monasterio.
Poco a poco se fue abriendo a una comprensión más amplia de su lugar, como monje, en el mundo contemporáneo, y una experiencia que tuvo en el centro de Louisville, ciudad cercana al monasterio donde acudía para exámenes médicos, le hizo renovar decididamente su compromiso con su entorno social. Así, la voz del monje contemplativo adquirió tonos proféticos al denunciar la ambigüedad de los cristianos frente a la guerra, el armamentismo, el racismo o la amenaza nuclear. Padeció la censura de sus superiores, las tensiones inevitables consigo mismo y con los que le pedían asumir determinada postura, e inclusive se vio implicado en una extraña relación afectiva con una joven enfermera que le cuidó mientras convalecía de una intervención quirúrgica. Pero su vocación salió incólume de cada prueba, porque siempre tuvo claro cuál era la voluntad de Dios para él, y que esta se manifestaba indudablemente a través de sus superiores. Abierto al mundo oriental, e intentando ayudar en el acercamiento de tradiciones contemplativas en Oriente y Occidente, viajó por Asia antes de asistir a un Congreso de Abades benedictinos; estando allí le llega la muerte, un 10 de diciembre, aniversario de su llegada al monasterio, a causa al parecer de un choque eléctrico. Pero la vida del monje continuó en sus escritos, y en el testimonio vivo de una obra que cada vez encuentra mayor acogida, dentro y fuera de la Iglesia.
[1] R. Cao Martínez, Thomas Merton, Salamanca, SINERGIA, 2008, 13. Es la más reciente biografía de TM publicada en español.
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