viernes, 13 de diciembre de 2019

CREER CUANDO LAS COSAS VAN MAL...

"Los Evangelios de Adviento, como la mayor parte de los demás textos litúrgicos de la época, son sobrios hasta la austeridad. Tómese por ejemplo la pregunta de San Juan Bautista en la prisión de Herodes, donde iba a sufrir una trágica muerte, tan cruel como sin sentido: "¿Eres Tú  el que ha de venir, o esperamos a otro?" Palabras extrañas y aun escandalosas, que algunos nunca han sido capaces de aceptar por lo que valen a simple vista: ¿Cómo podía haber preguntado eso en serio Juan, si había visto al Espíritu Santo descender sobre Jesús en el Jordán? Pero la forma directa con que se hacía la pregunta era garantía de su desesperada seriedad: pues en el extremo de su vida, a Juan no le importaba sólo, como diríamos, el éxito de su misión, sino, aun más profundamente, la verdad de su vida, la verdad de Israel, más aun, la verdad del mismo Yahvé. 

 En nuestro tiempo, lo que falta no es tanto el valor para hacer esa pregunta cuanto el valor para esperar una respuesta. Hay bastantes hombres, algunos grandes, que piensan que la única postura auténtica es la franca aceptación de la desesperanza ante la vida.  Quizá una razón por la que Sartre toma esta posición es que percibe que los cristianos siempre se dan a sí mismos una respuesta cómoda a una pregunta desesperada que no tienen el valor de hacer: en cuyo caso nuestra alegre aceptación de la respuesta no sea nada edificante.  

San Gregorio Magno dijo que todos los cristianos deberían continuar la misión profética de Juan señalando la presencia de Cristo en el mundo. Eso puede significar cosas diferentes. Juan supo señalar a Cristo en el Jordán, en un momento de plenitud, que dio significado a toda su vida. Pero Juan también hubo de dar testimonio de Cristo en la prisión, frente a la muerte, en el fracaso, cuando hasta el significado de su otro momento glorioso parecía haber quedado borrado


Así también, a veces quizá seamos capaces de señalar a Cristo al mundo en momentos en que todos podemos distinguir claramente en la historia alguna confirmación del mensaje cristiano. Pero sigue en pie el hecho de que nuestra tarea es buscar y encontrar a Cristo en nuestro mundo tal como es y no como podría ser.  El hecho de que el mundo sea diferente de lo que podría ser no altera la verdad de que Cristo está presente en él, y que Su plan no ha fracasado ni cambiado: en efecto, todo se hará conforme a Su voluntad. 

 Nuestro Adviento  es la celebración de esa esperanza. Lo que es incierto no es la venida de Cristo sino nuestra acogida a Él, nuestra respuesta a Él, nuestra docilidad y capacidad de salir a Su encuentro. Hemos de estar dispuestos a verle y a aclamarle, como hizo Juan, aun en el mismo instante en que todo el trabajo de nuestra vida y todo su significado, parecen derrumbarse. 

 En efecto, cosa aún más temible, la misma Iglesia quizá sea llamada algún día a señalar al Redentor victorioso y Rey de los tiempos en medio del derrumbamiento de todo lo que ha edificado laboriosamente la devoción de siglos y culturas, con sincera intención de que fuera cristiano

 El Advenimiento de Cristo en la historia no está esencialmente vinculado al desarrollo y progreso de una civilización cristiana. La cristiandad es y ha sido una gran cosa, pero nunca ha sido un bien absoluto y sin matizar, ni un bien en sí mismo. La cristiandad no es el cristianismo. No es el Reino y no es el Cristo místico.

Nuestro Adviento no es una celebración de valores tradicionales meramente culturales, por grandes y dignos de perpetuación que sean. El Adviento no es un mero retorno, una repetición, una renovación de lo antiguo. No puede ser un regreso a la infancia, personal o social. La venida del Señor, que es lo mismo que Su "presencia", es la venida de lo nuevo, no la renovación de lo viejo, y la Historia Sagrada es como el río de Heráclito en que nadie se baña dos veces".

Thomas Merton
"Tiempos de Celebración"
(Adviento:¿esperanza o engaño?)


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