“A veces los contemplativos piensan que tienen que encontrar todo el fin y la esencia de su vida en el recogimiento, la paz interior y el sentido de la presencia de Dios. Y se apegan a estas cosas. Pero el recogimiento es una cosa creada, lo mismo que un automóvil. El sentido de paz interior no es menos creado que una botella de vino. La conciencia experiencial de la presencia de Dios es verdaderamente una cosa tan creada como un vaso de cerveza. La única diferencia es que el recogimiento, la paz interior y el sentido de la presencia de Dios son placeres espirituales, y los otros son materiales. El apego a las cosas espirituales es, pues, un apego del mismo género que el amor desordenado a cualquier otra cosa. La imperfección puede ser más secreta y sutil, pero, desde un cierto punto de vista, ello sólo hace que sea más perjudicial, porque resulta más difícil reconocerla.
De ahí que muchos contemplativos nunca lleguen a ser grandes santos, nunca entren en íntima amistad con Dios, nunca encuentren una profunda participación en Sus inmensos gozos, porque se apegan a las pequeñas y miserables consolaciones que se dan a los principiantes en la vida contemplativa”.
Thomas Merton.
Nuevas semillas de contemplación, 216-217.
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