lunes, 13 de julio de 2020

EL DESPERTAR DE UN SUEÑO (Epifanía de Louisville)

He compartido muchas veces este texto, y seguro lo volveré a hacer en otro momento; de los mejores y más significativos de Merton, al que vuelvo una y otra vez en mis lecturas y reflexiones. Tengo pendiente escribir algo a partir de él:  

"En Louisville, en la esquina de la calle Cuarta [Fourth] con Walnut, en medio del barrio comercial, de pronto me sentí abrumado al caer en la cuenta de que amaba a toda aquella gente; de que todos ellos eran míos, y yo de ellos; de que no podíamos ser extraños unos a otros aunque nos desconociéramos por completo. Fue como despertar de un sueño de separación, de falso aislamiento en un mundo especial, el mundo de la renuncia y la supuesta santidad. Toda esa ilusión de una existencia santa separada es un sueño. No es que yo cuestione la realidad de mi vocación ni de mi vida monástica, pero el concepto de «separación del mundo» que tenemos en el monasterio se presenta demasiado fácilmente como una absoluta ilusión: la de que haciendo los votos nos convertimos en una especie diferente de seres, pseudo-ángeles, «hombres espirituales», hombres de vida interior, lo que sea. 

Cierto que esos valores tradicionales son muy reales, pero su realidad no es de un orden exterior a la existencia diaria en un mundo contingente, ni le da derecho a uno a despreciar lo secular: aun estando «fuera del mundo», nos hallamos en el mismo mundo que todos los demás: el mundo de la bomba, el mundo del odio racial, el mundo de la tecnología, el mundo de los medios de comunicación de masas, de los grandes negocios, de la revolución, y todo lo demás. Nosotros adoptamos una actitud diferente ante todas esas cosas, pues pertenecemos a Dios. Pero todos los demás también pertenecen a Dios. Lo único que ocurre es que nosotros tenemos conciencia de ello y hacemos de esa conciencia una profesión. Pero ¿nos da derecho eso a considerarnos diferentes o mejores que otros? La idea es del todo ridícula. 

Esta sensación de liberación de una ilusoria diferencia supuso para mí tal alivio y alegría que casi me eché a reír en voz alta. Y supongo que mi felicidad podría haber tomado forma en estas palabras: «Gracias a Dios, gracias a Dios que soy como otros hombres, que no soy más que un hombre entre otros». ¡Y pensar que durante dieciséis o diecisiete años he tomado en serio esa pura ilusión, implícita en gran parte de nuestro pensamiento monástico! 

Es un glorioso destino ser miembro de la raza humana, aunque sea una raza entregada a infinidad de absurdos y que comete muchos y terribles errores. Sin embargo, y a pesar de ello, el mismísimo Dios tuvo a bien y se glorió en ser miembro de la raza humana. ¡Quiso ser miembro de nuestra raza! ¡Reflexionar sobre un hecho aparentemente tan normal tendría que ser algo así como enterarse de que uno posee el billete ganador en una lotería cósmica! 

Siento la inmensa alegría de ser hombre, miembro de la raza en la que Dios quiso encarnarse. ¡Como si los quebrantos y estupideces de la condición humana pudieran abrumarme, ahora que me doy cuenta de lo que somos todos! ¡Si todo el mundo pudiera comprenderlo! Pero es algo que no se puede explicar. No hay manera de hacer ver a los humanos que todos ellos deambulan por el mundo brillando como el sol".

Thomas Merton
Conjeturas de un espectador culpable

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