"Dios no tiene futuro. Es un continuo presente. Ese presente es el que tengo que descubrir y en él lo encontraré todo. No se trata de esperar a que Dios me dé tal o cual cosa dentro de unos meses o unos años. El colmo del desatino es esperar que me dé, después de la muerte, lo que no quiso darme aquí.
La idea que tenemos de una vida futura desnaturaliza la vida presente hasta dejarla reducida a una incómoda sala de espera. La preocupación por un más allá nos impide vivir en plenitud el más acá. La vida presente tiene pleno sentido por sí misma. Todo lo que podemos proyectar para el futuro, está ya aquí y ahora a nuestro alcance. Aquí y ahora puedo vivir la eternidad, puesto que puedo conectar con lo que hay de Dios en mí. Aquí y ahora puedo alcanzar mi plenitud, porque teniendo a Dios lo tengo todo.
La esperanza cristiana no se basa en lo que Dios me dará sino en que sea capaz de descubrir lo que Dios me está dando ya. Para que llegue a mí lo que espero, Dios no tiene que hacer nada; ya lo está haciendo. Yo soy el que tiene mucho que hacer, pero en el sentido de tomar conciencia y vivir la verdadera realidad que soy. Por eso hay que estar despiertos. Por eso tenemos que vivir el momento presente, porque es el definitivo y en él puedo dar el paso a la experiencia cumbre. Ese sería el momento definitivo de mi vida.
Demostramos falta de confianza y exceso de miedos, cuando buscamos a toda costa seguridades, sea en el más acá sea para el más allá. El miedo nos impide vivir el presente. Solo viviremos cuando perdamos el miedo. Debemos caminar aunque no tengamos controlado ni el camino ni la meta. Mientras más se acerca a la plenitud un ser humano, más vasto es el horizonte de plenitud que se le abre. Esto, que en sí mismo es un don increíble, a veces lleva a la desesperanza, porque la vida humana es siempre un comienzo".
Fray Marcos
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