"Para mí, el trabajo de escribir puede parecerse mucho a la simple tarea de existir: la reflexión creativa y la toma de conciencia ayudan a la vida misma a vivir en mí, a dar existencia a su ser; o, mejor, contribuyen a que yo encuentre un lugar en el ser por medio de la acción, la inteligencia y el amor. Escribir es amar: es preguntar y ensalzar o confesar o apelar. Este testimonio de amor sigue siendo necesario. No para confirmarme a mí mismo en el hecho de que existo («escribo, luego existo»), sino simplemente para pagar mi deuda con la vida, con el mundo y con los demás seres humanos. Para hablar francamente con el corazón en la mano y decir qué es lo que tiene sentido para mí. Mis peores escritos han sido todos ellos autoritarios: una declaración de deberes y un anuncio de castigos. Son malos porque implican una falta de amor. Son buenos en la medida en que, a pesar de todo, pueden contener algo de amor. Mi mejor aportación han sido la confesión y el testimonio directo".
Thomas Merton, Diarios
(Abril de 1966)
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