"El Jueves Santo por la tarde, después de la misa y comunión vespertinas, estaba yo en el jardín del noviciado mirando los cielos grises y los cerros, cuando llegó detrás de mí el postulante colombiano y me dijo en español que sin duda la vista ofrecía inspiración poética, a lo cual asentí de buena gana. Hablamos un poco de climas, terremotos y demás, y de los «terribles despeñaderos» junto a ciertas carreteras de Colombia. (He oído hablar de ellos, por ejemplo, en Caldas. Se asoma uno al cañón y ve los restos de coches y camiones a un par de centenares de metros abajo).
Luego, un momento después, dijo: «¿Por qué no se va de aquí, padre Merton, a Sudamérica, para empezar una orden monástica completamente nueva, que atraiga más a los hombres de los tiempos modernos?». No le pude decir cuánto me gustaría probarlo, ni qué imposible sería hacer tal intento sin dejar la Orden, y qué imposible me sería intentar dejar la Orden".
Thomas Merton
Conjeturas de un espectador culpable
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