Hay palabras que no aparecen a primera vista, pero que atraviesan una obra como un hilo invisible. En los escritos de Thomas Merton, la compasi贸n es una de ellas. Al principio pens茅 que no figuraba en los diccionarios ni en los 铆ndices tem谩ticos. Pero al buscar con m谩s atenci贸n, descubr铆 que s铆 est谩: aparece como voz propia, y en el 铆ndice anal铆tico se recogen m谩s de 40 citas donde la compasi贸n se hace presente.
Adem谩s, el diccionario tem谩tico de su obra vincula la voz compasi贸n con otras que forman parte de su n煤cleo espiritual: misericordia, no violencia y contemplaci贸n. Esta red de significados revela que para Merton, la compasi贸n no es solo una actitud afectiva, sino una forma de estar en el mundo que nace de la contemplaci贸n, se expresa en la misericordia, y se traduce en una vida de no violencia.
Este hallazgo me hizo pensar en c贸mo lo esencial, a veces, se esconde. No por ausencia, sino por profundidad. Como si la compasi贸n en Merton no necesitara gritar su nombre, porque ya est谩 en el tono, en la mirada, en la forma de estar en el mundo.
Una frase de sus diarios me acompa帽a desde hace tiempo:
“¿Cu谩l es mi nuevo desierto? Su nombre es compasi贸n. No existe un yermo tan terrible, tan bello, tan 谩rido y tan fruct铆fero como la compasi贸n.”
Cuando le铆 esas palabras por primera vez, sent铆 que Merton me hablaba desde un lugar muy hondo. La compasi贸n no como emoci贸n pasajera, sino como experiencia espiritual. Como desierto. Un lugar donde se pierde lo que ya no sirve, donde se quema lo que no es esencial, y donde —si uno se queda lo suficiente— brota algo nuevo.
Esta imagen me recuerda al profeta Oseas, que dice:
“La atraer茅 al desierto y hablar茅 a su coraz贸n…” (Oseas 2:14)
El desierto, en la tradici贸n b铆blica, es lugar de encuentro. De intimidad. De escucha. Y tambi茅n de prueba. Merton lo sab铆a bien. En su vida mon谩stica, en su retiro, en sus luchas interiores, descubri贸 que la compasi贸n es ese terreno 谩rido donde uno se encuentra con el dolor del otro, sin m谩scaras. Y que ese encuentro, aunque duela, puede fecundar el alma.
La compasi贸n, para Merton, no es sentimentalismo. Es contemplaci贸n encarnada. Es mirar al otro con los ojos de Dios, sin juicio, sin prisa, sin necesidad de corregir. Es dejarse tocar por el sufrimiento ajeno, y permitir que ese sufrimiento nos transforme.
脡l mismo lo expresa con claridad:
“La contemplaci贸n no tiene sentido para alguien que no intente cultivar la compasi贸n por los dem谩s.”
Esta frase no solo ilumina su pensamiento, sino que lo desaf铆a. Nos recuerda que la vida espiritual no puede ser evasi贸n, ni refugio c贸modo. La contemplaci贸n verdadera nos lleva al coraz贸n del mundo, all铆 donde el dolor y la belleza conviven, y donde la compasi贸n se vuelve camino.
馃審 Ep铆logo: La compasi贸n como puente entre tradiciones
En los 煤ltimos a帽os de su vida, Thomas Merton descubri贸 que la compasi贸n no era solo un camino cristiano, sino una verdad universal. Al encontrarse con el budismo zen, con el Dal谩i Lama, con monjes tibetanos y japoneses, reconoci贸 que el coraz贸n contemplativo late tambi茅n en otras tradiciones. Y que ese latido com煤n es la compasi贸n.
M谩s all谩 de las diferencias doctrinales, Merton vio que el verdadero di谩logo espiritual ocurre cuando dos almas se encuentran en el desierto del amor. All铆 donde no hay necesidad de convencer, sino de comprender. All铆 donde la compasi贸n no es teor铆a, sino presencia.
Hoy, en medio del ruido, la polarizaci贸n, la prisa, esta compasi贸n silenciosa parece un acto de resistencia. Un camino espiritual. Un desierto que no todos quieren atravesar, pero que guarda una promesa: si nos atrevemos a entrar, algo en nosotros puede renacer.
Fray Manuel de Jes煤s, ocd
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