
"La medida de nuestra identidad, de nuestro ser (ambas cosas son lo mismo), es el monto de nuestro amor por Dios. Cuanto más amamos las cosas terrenales, la reputación, la importancia, los placeres, la comodidad y el éxito, tanto menos amamos a Dios. Nuestra identidad se disipa entre cosas que no tienen valor, y nos ahogamos y morimos tratando de vivir de las cosas materiales que nos gustaría poseer o de los proyectos que nos gustaría completar para objetivar la obra de nuestra voluntad. Entonces, cuando llegamos a la muerte, descubrimos que hemos malgastado todo nuestro amor (que es nuestro ser) en naderías y que no somos nada, que somos muerte. Entonces sobre todo, a la terrorífica luz del puro Ser y perfecto Amor, vemos lo detestable que son las naderías, la muerte. Pero si Le amamos y nos perdemos en Él, nos encontramos en Él y vivimos gozosamente por siempre.
Pero la tribulación nos separa de las naderías en que nos consuminos y morimos. Por lo tanto, la tribulación nos da la vida y la amamos, no por amor a la muerte, sino por amor a la vida.
Permíteme, pues, retirar todo mi amor de las cosas dispersas y vanas y situarlo todo en Tí, donde arraigará y vivirá, en lugar de consumirse en la esterilidad.
Mi vida se mide por mi amor a Dios, y este, a su vez, se mide por mi amor al más pequeño de Sus hijos".
Thomas Merton.
3 de septiembre de 1941.