“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo” (Juan 12, 24)
“Las palabras son mucho más penetrantes en su contexto. Algunos gentiles habían preguntado a Felipe si podían hablar con Jesús. Ésta fue la respuesta de Nuestro Señor: ellos no podían llegar a Él a través de Felipe y de Andrés; ni siquiera podían llegar a Él hablándole, porque las palabras no les unirían con Él. Sólo pueden llegar a É, si Él muere por ellos.
Queda Él solo. San Juan subraya cada vez más la soledad y el aislamiento moral de Cristo antes de Su pasión. Cristo está solo desde el principio porque es Dios y todos los demás son hombres. Está solo porque nadie puede comprenderle. Ya en el capítulo sexto una multitud de discípulos. Le abandona porque Su doctrina de la eucaristía rebasa su comprensión. Luego, Le aísla el creciente odio de los fariseos, que forman un frente cada vez más fuerte y compacto contra Él, forzando a los demás a que huyan de Su lado. Le aísla Su propia grandeza, que Le eleva cada vez más sobre Sus enemigos. Se encuentra solo entre los hombres que Le odian o que no saben amarle, porque son incapaces de comprenderle tal y como realmente es. No obstante, hay algunos que desean llegar al verdadero conocimiento y amor a Él. Si desean estar con Él, Él tiene que pasar a través de la muerte y llevarlos consigo a la vida”.
(Aquí tengo mis dudas, con perdón de mi querido maestro. A mi entender, la soledad que Cristo experimenta es la soledad que experimenta todo ser humano, único e irrepetible. El hecho de ser el Hijo no le aísla del ser humano, mucho menos su grandeza; todo lo contrario, justo porque es la “grandeza” de Dios, le acerca a todos y a todo).
“Me encuentro solo en el mundo, pero con una soledad diferente de la de Cristo. Él estaba solo porque Él era todas las cosas. Yo estoy solo porque no soy nada. Me encuentro solo en mi insuficiencia: dependiente, desvalido, expuesto a cualquier contingencia, y nunca estoy completamente seguro de que confío realmente en Aquel de quien dependo.
Y, sin embargo, confiar en Él significa morir, porque para confiar perfectamente en Dios es preciso abandonar la confianza en todo lo demás. Y yo temo esa muerte. Lo único que puedo hacer es convertir mi temor en parte de la muerte de que he de morir, para vivir perfectamente en Él”.
(Aquí Merton suscribe una teología que aposta más por la exclusión y la diferencia; yo prefiero hablar de que confiar en Dios es confiar en todo lo demás y todos mis semejantes, y justo está en eso el morir que libera. Algunos hablan de una especie de “competencia” entre el amor a Dios y el amor a otros seres humanos; yo creo que a Dios se llega siempre a través de mediaciones humanas, y se le ama amando bien y libremente nuestra humanidad).
Los textos de TM, tomados de: “El signo de Jonás”, páginas 271 y 272. DDB.
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