jueves, 28 de febrero de 2013

SANTIDAD ES AMOR

"Decir, que estoy hecho a imagen de Dios es decir que el amor es la razón de mi existencia; pues Dios es amor El amor es mi verdadera identidad. La abnegación es mi verdadero yo. El amor es mi verdadero carácter. Amor es mi nombre.
Si, pues, hago, pienso o digo algo, conozco o deseo algo que no sea puramente por el amor de Dios, no puede darme sosiego ni descanso, satisfacción ni gozo. Para hallar el amor debo entrar en el santuario donde está escondido: que es la
esencia de Dios. Y para entrar en Su santidad debo volverme santo como Él es santo, perfecto como Él es perfecto. Nada de esto puede conseguirse por ningún esfuerzo mío, por ninguna labor mía, por ningún competir con otros hombres.. Significa abandonar todo camino que un ser humano pueda seguir o comprender. Yo, que estoy sin amor, no puedo llegar a ser amor, a no ser que el Amor me identifique consigo. Pero si Él envía Su propio Amor, a Sí mismo, para que obre y ame
en mí y en todo lo que yo haga, entonces seré transformado, descubriré quién soy y poseeré mi verdadera identidad perdiéndome en Él. Y esto es lo que se llama santidad".

Thomas MERTON
'Semillas de contemplación".

ITINERARIO DE CUARESMA: Palabra.



 Alimenta nuestro espíritu con tu Palabra”.

Comenzamos este camino entendiendo la necesidad de conversión, no como algo eventual, de un momento o etapa particular de la existencia, sino como una manera de vivir, de caminar, de ser creyentes. Conversión significa estar siempre creciendo, madurando, transformándonos. Luego, en un segundo momento, nos encontramos frente al Misterio de Dios, y regresamos a los orígenes de nuestra andadura de fe, y  entendimos que el Misterio ha de ser misterio siempre, para que no deje de ser el motor que impulsa nuestra conversión. Ahora damos un paso más: Dios es PALABRA, Dios comunica, se revela, propone, promete. Es la palabra que nace el misterio la que conquista nuestro corazón y le arrastra por los caminos de la vida. Es esa palabra la que nos hace perseverar, y comenzar una y otra vez a pesar de los fracasos, de los errores, de las tentaciones.
 Al revisar las propuestas bíblicas del segundo domingo de Cuaresma leemos acerca del encuentro de Dios con Abran, y de cómo antes las dudas del hombre Dios reafirma su propósito y acepta un pacto:

“El Señor sacó fuera a Abrán y le dijo:
Mira al cielo; cuenta las estrellas si puedes.
Y añadió: Así será tu descendencia.
Abrán creyó al Señor y el Señor lo aceptó como justo”.
(Génesis 15, 5-6)
 
Abrán creyó a Dios, y estableció una alianza, un pacto con Dios, fundado en la promesa, en la palabra de Dios. Dios pide a Abran, a quien luego llamará Abraham, a salir de su tierra, a ponerse en camino, a desafiar la vida para encontrar una tierra nueva, el hogar que Dios quiere ofrecerle. Es una promesa de vida abundante, de hijos, de frutos.La palabra de Dios es siempre palabra de vida.

 

martes, 26 de febrero de 2013

AYUNO CUARESMAL



“No es que el alimento sea un mal, ni que las satisfacciones naturales sean algo que Dios nos concede de mala gana, prefiriendo privarnos de ellas cuando puede. Ayunar es bueno porque el mismo alimento es bueno. Pero las cosas buenas de este mundo tienen eso, que son buenas en su momento y no fuera de él. El alimento es bueno, pero comer constantemente es malo, y en realidad ni siquiera es agradable. El hombre que se atiborra de alimento y de bebida disfruta con su hartura mucho menos que quien ayuna con su frugal colación.



Aun el ayuno mismo, en moderación y conforme a la voluntad de Dios, es cosa agradable. Hay saludables goces naturales en la contención de sí mismo: goces del espíritu, que comparte su ligereza aun con la carne. Feliz el hombre cuya carne no carga a su espíritu sino que sólo se apoya ligeramente en su brazo como graciosa compañera.


Thomas Merton; Tiempos de Celebración
Pág. 127-128.

lunes, 25 de febrero de 2013

ITINERARIO DE CUARESMA: reactivar la experiencia fundante.



Comenzar por recordar mi propio encuentro con Jesús, mi historia de salvación, partiendo de un pasaje de Deuteronomio que leemos a inicios de la Cuaresma. Los israelitas al presentar la ofrenda de los primeros frutos ante el altar de Dios hacen una profesión de fe, que parte de su propia experiencia como pueblo, asumida a nivel personal también:

 "Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto y se estableció allí con unas pocas personas. Pero luego creció, hasta convertirse en una raza grande, potente y numerosa. Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron, y nos impusieron una dura esclavitud. Entonces clamamos al Señor Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz, miró nuestra opresión, nuestro trabajo y nuestra angustia. El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y portentos. Nos introdujo en este lugar y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. Por eso ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que Tú, Señor, me has dado."
(Deuteronomio 26, 4-10)

  
Traigo a la memoria mi encuentro con Jesús. Esta es la experiencia original que necesita ser reactivada, el misterio que no dejará nunca de ser misterio, por mucho que busque, indague y profundice en ello. Esta memoria de la experiencia fundante de mi camino de fe, lo que llevamos en la boca y el corazón al decir de Pablo,  es lo que nos permite atravesar el desierto, sin sucumbir a las múltiples tentaciones. Si mantenemos en activo la experiencia fundante, podrás superar cualquier tentación.

“Después del bautismo, el Espíritu llevó a Jesús al desierto. Allí estuvo cuarenta días, viviendo entre las fieras y siendo puesto a prueba por Satanás; y los ángeles le servían”.
(Marcos 1, 12-13)

Quien lleva a Jesús al desierto es el Espíritu, y al final de los 40 días, y luego de ser tentado, los ángeles acuden a servirle. El desierto es imagen de nuestra propia vida, y todo el camino está en las manos de Dios de principio a fin. El diablo, las tentaciones, podemos decir que son puro accidente, y esto no supone minimizar su acción y las consecuencias de esta, pero sí reafirmar que es Dios y no el Mal quien define e impulsa nuestra vida. Y finalmente, no se recibe el Espíritu para apartarse de la vida, sino para sumergirse en ella

 El bautismo sacramental en mi caso personal fue la expresión concreta de una previa “experiencia bautismal”, inaugural, iniciática. En el caso de una persona que recibió el bautismo sacramental al nacer, necesita también vivir la experiencia bautismal que le haga despertar conscientemente a la fe, para poner voluntad y libertad al servicio del Camino.  .

COMENZANDO SIEMPRE...

"Ahora comenzamos y procuren ir comenzando siempre de bien en mejor" 
(Fundaciones)

 Santa Teresa escribió esta frase en el libro de las FUNDACIONES, cuando narra la fundación de Palencia, en 1580, una vez que se ha logrado que las descalzas y descalzos logren la autonomía del Carmelo calzado, y empiecen una nueva manera de vivir el carisma. Ha estado mucho tiempo, casí dos décadas, defendiendo un ideal, crear comunidades fraternas y orantes al estilo de Jesús. Como suele decirse, lo que vale, cuesta, y y ella ha tenido que enfrentar oposición desde la Iglesia y desde los poderes civiles y el rechazo de mucha gente, lidiando con las leyes del mundo, compra de casas, manejos de dineros, mantenimiento de sus hermanas, etc. Pero Teresa tiene alma de líder, y no se rinde con facilidad; sabe que el trabajo, grande en los comienzos, no será más fácil en la consecución de la obra. Por eso invita a los suyos a perseverar, a ser constantes e insistentes. A ir comenzando siempre.....

sábado, 23 de febrero de 2013

SANTIDAD



     “Semillas de contemplación”[1]: En la primera versión del libro el primer capítulo se titula: “Todo lo que es, es santo”. Dice Merton que los santos no pueden ignorar las cosas creadas;  no es cierto que no comprendan o no  entiendan el mundo y su gente, las cosas que suceden. No se puede amar a Dios y odiar el mundo que salió de sus manos. Los santos son personas sensibles a las alegrías y al dolor de sus hermanos. La santidad está vinculada a la identidad de la persona;   los seres creados dan gloria a Dios al ser aquello para lo que Él los creó. No hay dos seres creados que sean exactamente iguales, la individualidad no es imperfección, al contrario; la perfección está en relación con la propia identidad individual. La santidad no requiere huir de otros hombres; la soledad se busca no para huir de ellos, sino para encontrarlos y amarlos más  en Dios. El pecado tiene que ver con el falso yo: “Cada uno de nosotros lleva la sombra de una persona ilusoria: un falso yo”; el hombre que yo quiero ser, pero que Dios no conoce. “El secreto de mi identidad está oculto en el amor y misericordia  de Dios… Nunca podré hallarme a mí mismo si me aíslo del resto de la humanidad como si fuera un ser de otra clase”. Dice Merton que en la humildad se halla la máxima libertad, que a menudo es el orgullo propio el que hace al hombre obrar, con la intensión de construirse un halo para sí, no para dar gloria a Dios. La santidad no es la vana competencia de unos con otros por los puestos en el reino. Los santos no son siempre perfectos y  tienen defectos contra los que luchar: algunos santos se han llevado mal con otros santos, muchos santos han sido molestos y exasperantes. Dios permite muchas veces que aun alcanzando un alto grado de santidad los hombres conserven limitaciones, defectos, miopías y excentricidades.  La prisa estropea a los santos, buscan el éxito rápido, y se equivocan, confunden su prisa con integridad. Pero, “Uno de los primeros signos del santo es el hecho de que los otros no saben que pensar de él”.[2]


[1] Merton escribió este libro en 1949, y luego volvió a publicarlo en 1961, en una nueva  versión,  revisada y ampliada. Esta segunda versión, según F. Beltrán, “estableció un puente definitivo entre la espiritualidad individual y la solidaridad humana”,  LCA, 58.
[2] SC, 62.