Al final de la Cuaresma las tres lecturas dominicales coinciden al invitarnos a dejar lo antiguo, lo pasado, atrás, y mirar hacia adelante, en una vida nueva, capaz de reconocer la novedad de Dios.
No mires lo de atrás, mira
hacia adelante, siempre Dios da otra oportunidad, porque la novedad de Dios
brota por doquier.
La Cuaresma es, primero,
reconocimiento, luego arrepentimiento, y al final, empezar de nuevo, perdonados
y bendecidos. No falta quien relacione el relato evangélico del encuentro de la mujer adúltera con el
sacramento de la confesión, lo mismo que hacían con el del domingo pasado, pero creo que
aquí Jesús no es que perdone a la adúltera: es que no la acusa. Dice: Yo
tampoco te condeno. Anda, y no peques más; es decir, mira hacia adelante.
Recordar que se trataba de una ley masculina, que afectaba sólo a la mujer, no
al hombre adúltero. Jesús no acusa, no se suma al coro, sino que invita a que
cada uno se mire a sí mismo. Creo que el
reconocerse cada uno pecador no es para alimentar culpas, sino para que
descubras la fragilidad compartida, y perdones.
Así dice la oración colecta de hoy: “Que vivamos
siempre de aquel mismo amor que movió a Cristo a entregarse a la muerte
para salvar el mundo”. (AMOR). Preparados, listo, para el amor. Todo el camino cuaresmal es para esto: para
abrirnos al amor que Dios nos regala en
Cristo: infinito, gratuito e incondicional. Ahora podemos entrar en las
celebraciones de Semana Santa con la certeza de que el Amor es más fuerte que
la muerte, que no hay nada que temer, porque el Dios que Jesús nos entregó amó
tanto este mundo que se hizo uno con él. Si miramos ahora a nuestro alrededor
lo veremos en todas partes, y no sólo en el templo, en los ritos, en las
tradiciones. Está en la gente, sí, a pesar de todo, en este mundo que parece no
conocerle, en los animales, las plantas y los meteoritos. Está,
definitivamente, en la historia y en la Vida. No dudarlo, siempre se puede
volver a empezar, hoy puede ser el primer día del resto de tu vida.
El encuentro con
el amor supone siempre un nuevo comienzo.
Recordemos el itinerario propuesto al comenzar este camino:
Llamados a la CONVERSIÓN para adentrarnos en el
MISTERIO que nos revela a CRISTO, PALABRA; él nos comunica la buena noticia de
la MISERICORDIA del Padre, y nosotros nos APRESURAMOS para entregarnos en
brazos del AMOR.