"Mi conversión a la fe cristiana, o para ser
precisos mi conversión a Cristo, es algo que siempre he considerado como una liberación radical de los engaños y obsesiones
del hombre moderno y de su sociedad. Siempre he creído y continúo creyendo que la fe es la única protección real contra la
absorción de la libertad y de la inteligencia por obra de la
servidumbre crasa e insensata de la sociedad de masas. La fe religiosa, y sólo
la fe, es la que puede abrir el terreno interior del ser del hombre a la
libertad de los hijos de Dios, y preservarle del sometimiento de su integridad
ante la seducción de una vida totalitaria. La razón de ello es que independientemente
de lo que piense el hombre, su pensamiento está basado en
alguna creencia fundamental de algún tipo. Si cree en proclamas y doctrinas a
las que se le induce a partir de alguna ideología política o económica,
entregará su verdad más íntima a manos de alguna compulsión externa. Si su
creencia es una suspensión de todo credo, y una aceptación de la estimulación
física por sí misma, todavía sigue “creyendo” en la posibilidad de alguna
felicidad racional alcanzable de ese modo. El hombre tiene
que creer en algo, y aquello en lo que cree se convierte en su dios.
Servir a alguna entidad humana o material como al propio dios es ser esclavo de
lo que perece, y de ese modo estar encadenado a la muerte, al sufrimiento, a la falsedad y la miseria.
La única libertad verdadera se encuentra en el servicio a eso que está más
allá de toda limitación, por encima de cualquier definición, a lo que
trasciende todo aprecio humano: eso que es Todo y que por tanto no es cosa
alguna limitada o individual. El Todo no es «nada», pues si fuera algo separado
de todas las demás cosas, ya no sería Todo. Esta es precisamente la libertad que siempre he buscado: la
libertad de verme sometido a cosa alguna y por tanto la libertad para vivir en
Todo, mediante el Todo, para el Todo, por Aquél que lo es Todo. En
términos cristianos, eso es vivir «en Cristo» y por el «Espíritu de Cristo»,
porque el Espíritu es como el viento y sopla donde le place, y El es el
Espíritu de la Verdad. «La Verdad os hará libres».
Thomas Merton
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