Al escribir acerca de la santidad en uno de sus libros, y tratar la dimensión comunitaria del compromiso cristiano, Thomas Merton hace una
distinción importante e iluminadora: cuando hablamos de Iglesia, una cosa es el
“andamiaje” y otra “el verdadero edificio”. Dice:
“Demasiado a menudo, las personas que se toman en serio la vida espiritual malgastan sus esfuerzos en el andamiaje, haciéndolo cada vez más sólido, permanente y seguro, sin prestar atención al edificio en sí”.
Esto tiene que ver con el temor y la búsqueda de seguridad, una especie de miedo inconsciente, dice, a las verdaderas responsabilidades humanas. A esto, opone lo contrario:
“El verdadero edificio de la Iglesia es la unión de corazones en amor, sacrificio y trascendencia personal. Y la solidez de este edificio depende de hasta qué punto toma el Espíritu Santo posesión del corazón de cada persona, no de la medida en que nuestra conducta exterior es organizada y disciplinada por el sistema oportuno".
“Demasiado a menudo, las personas que se toman en serio la vida espiritual malgastan sus esfuerzos en el andamiaje, haciéndolo cada vez más sólido, permanente y seguro, sin prestar atención al edificio en sí”.
Esto tiene que ver con el temor y la búsqueda de seguridad, una especie de miedo inconsciente, dice, a las verdaderas responsabilidades humanas. A esto, opone lo contrario:
“El verdadero edificio de la Iglesia es la unión de corazones en amor, sacrificio y trascendencia personal. Y la solidez de este edificio depende de hasta qué punto toma el Espíritu Santo posesión del corazón de cada persona, no de la medida en que nuestra conducta exterior es organizada y disciplinada por el sistema oportuno".
Esta comparación que hace Thomas Merton entre “andamiaje” y “edificio verdadero” vale para expresar un aspecto
importante de la santidad cristiana. La verdadera santidad es
aquella que apunta al edificio verdadero, mientras que hay otros elementos
“santos” y una “santidad” que busca más sostener el andamiaje, es decir lo
estructural, lo secundario. Hay modelos de santidad que buscan
canonizar la estructura eclesial más que la Iglesia misma. No es el
caso de Merton.
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