Lo singular, lo que me resulta más atrayente de TM es que, desde su condición de monje trapense (y según nuestros modelos de pensamiento, apartado de la vida, para entregarse a Dios), estuvo al tanto de lo que se cocinaba en el mundo de su tiempo, y fue la voz crítica que, desde la Iglesia callada y profunda, alertó a quienes no veían la contradicción existente entre evangelio y racismo, violencia, guerra y mentira. No faltan aun hoy hombres y mujeres que, buscando la fe, dan la espalda al mundo en que viven; esa fue también, en un principio, la tentación de TM, pero, en su proceso de maduración espiritual, se reconcilió y comprendió que el mundo que había despreciado estaba dentro de él, y necesitaba ser amado, como Dios lo amaba, para ser transformado y redimido. En estos días vuelvo a leer, por segunda vez, uno de los libros de TM que más he disfrutado: “Conjeturas de un espectador culpable”; no llega a ser un “diario”, pero tampoco es un libro de ensayos. Habla de espiritualidad y de política; es TM quien escribe, pero cita a los autores a los que va leyendo. Así lo define: “Este libro consiste en reflexiones personales, intuiciones, metáforas, observaciones y juicios sobre lecturas y sucesos. El material está tomado de cuadernos de notas que he llevado desde 1956. Aunque son personales y coloquiales y representan mi propia versión del mundo, estos apuntes no tienen el carácter íntimo e introspectivo propio del diario espiritual. Ciertamente, aquí no hay nada privado ni confidencial”. Se trata, en definitiva, de una meditación suya acerca del mundo en que vive, la meditación de un ser humano, en su condición de monje contemplativo católico; si esto último le singulariza, no por ello le aparta del conjunto de la humanidad, pues TM no deja de advertirnos a cada momento que, allí donde está, en su atalaya, está siempre “abierto a la vida”, y en solidaridad con el mundo y los hombres y mujeres que habitan en él, sus hermanos.
Para hacernos idea de lo que TM prepara en estas páginas, propongo fijarnos en los nombres propios que se suceden en ella: Kart Barth, Mozart, St. John Perse, Mark Van Doren, poetas brasileños, Ernesto Cardenal, Carlos Andrade, Alfonso Reyes y Neruda, San Benito, Isaac de Stella, Kart Marx, Newman y Fenelón, A.K. Coomaraswamy, Duns Scoto, Etienne Gilson, Albert Schweitzer, Simone Weil, Dalai Lama, Chuang Tzu, Jean Giono, Emmanuel Mounier, Castro, Mao, Kruschev, Juan Crisóstomo,Theilard de Chardin, Romain Rolland, Meister Eckhart, Gandhi. Esto es sólo en la primera parte del libro, y es una muestra de la amplitud de miras del escritor de estas páginas que recomiendo encarecidamente.
Una pregunta aparte: ¿Has leído “Juan Cristóbal”, de Romain Rolland? Es uno de los libros que más he disfrutado en mi vida. Inolvidable.